Las políticas del Estado local, junto a más de 20 organizaciones, buscan que el tránsito por los refugios sea sólo una cuestión momentánea y no definitiva para quienes asisten a estos espacios.
Ante la llegada de las bajas temperaturas, la Municipalidad de Rosario puso en marcha semanas atrás el Operativo Invierno 2024, con la inauguración de un nuevo refugio para asistir a personas en tránsito o situación de calle. El operativo, que se lleva a cabo entre los meses de mayo y septiembre, es un complemento del trabajo que el Estado municipal desarrolla a lo largo de todo el año en materia de asistencia a personas que no cuentan con un hogar.
“Entendemos que la situación de calle es una consecuencia del estado de indigencia de muchas personas que también tienen otros padecimientos, como problemas de salud mental, problemas de consumo, alimentarios, conflictos interpersonales o familiares que lo hacen desertar de su vivienda, en algunos casos por propia voluntad y en otros casos condicionado por la realidad que viven”, explicó el subsecretario de Abordaje Integral, Gabriel Pereyra.
El funcionario municipal resaltó que las políticas del Estado municipal apuntan a que las personas alcancen su propia autonomía. En ese sentido, comentó que se trabaja para que el tránsito por los refugios sea sólo una cuestión momentánea y no definitiva para quienes asisten. Para eso, se implementan diferentes herramientas en el trabajo conjunto con más de 20 organizaciones de la sociedad civil.
“En ese marco nosotros planteamos cuatro momentos. Un momento que puede pasar por el refugio; otro momento, si se dan las condiciones y es necesario intervenir sobre alguna problemática, que es pasar por el Hostal Grandoli. Un tercero es, en el caso de adultos mayores, pasar por el Hogar de Adultos Mayores. Y el cuarto punto, las Casas Asistidas (Casa Santa Fe y Casa Bordabehere), que asiste a personas que ya han logrado un proceso de autonomía y que pueden convivir entre dos o tres personas tranquilamente, porque ya se dan las condiciones subjetivas para que lo puedan hacer”, detalló Pereyra.
A su vez, todos los días en el refugio Felipe Municipal Moré (Felipe Moré 929), y ahora también en el flamante Refugio Municipal Grandoli (Esmeralda 3549), funcionan Centros de Día. “Las personas que quieren quedarse, más allá del horario de salida que es a las siete de la mañana, pueden quedarse para trabajar sus situaciones, contar sus experiencias. Hay un equipo que trabaja permanentemente con ellos para tratar de ir desglosando cuáles son las problemáticas y a su vez trazar una estrategia para ver si también pueden lograr un proceso de autonomía y que no tengan que vivir en la calle”, contó el funcionario.
“Siempre hacemos especial hincapié en que hay personas que definen vivir en la calle y hay otras personas que están en la calle porque no tienen otra alternativa y económicamente no tienen un techo seguro. Entonces, primero tratamos de abordar a esas personas, las que por algún impedimento quisieran tener un techo seguro, pero no lo tienen”, destacó.
De la calle a la universidad
Julio tiene 46 años y atravesó un difícil momento que lo llevó a vivir en la calle. “Fue el excesivo consumo de droga lo que me llevó a tocar fondo”, relató el hombre que encontró en el refugio Municipal Felipe Moré un espacio de contención que le permitió superar la compleja situación.
“Llegué hasta acá, me abrieron las puertas y entré. Me propusieron hacer un tratamiento y la contención que tuve acá no la tuve en ningún otro lado”, aseguró. Con el acompañamiento del Estado municipal y de distintas organizaciones como el Programa Andrés, Julio logró uno de sus objetivos más deseados. “Hoy puedo decir que soy alumno de la universidad. Estoy haciendo la carrera de Ingeniería Eléctrica,que es un sueño hecho realidad para mí”, dijo orgulloso mostrando su libreta de la prestigiosa Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario.
“Hay muchas historias de personas que llegan a los refugios buscando una contención y con el tiempo, con un buen trabajo por parte de los equipos del área de situación de calle, logran reinsertarse al mercado laboral y también recomponer sus vínculos familiares, que estaban rotos por cuestiones de consumo en la mayoría de los casos”, contó Oscar Sánchez, coordinador de los equipos de calle y del área de recepción espontánea.
Oscar trabajó durante varios años tanto en la tarea de calle como en los refugios, donde cosechó un sinfín de anécdotas. “Hay muchas muy buenas, pero también algunas tristes, pero todas son experiencias de vida que quedan grabadas para siempre y nos dan una enseñanza que a veces no la esperás”, relató.
Entre esas historias mencionó la de Alfredo, quien se vio obligado a vivir en la calle también debido a problemas de consumo que su pareja no pudo tolerar. A pesar de su situación, Alfredo se mantenía cerca de la casa para ver a su hijo, que tenía en ese entonces 7 años.
Tras ser identificado por un equipo de intervención social junto a otros dos hombres en la calle, Alfredo fue invitado a una entrevista en la Secretaría. En el refugio, Alfredo recibió apoyo psicológico, además de los habituales servicios de higiene y ropa limpia, y a los pocos días se mostró dispuesto a cambiar su vida. Con el respaldo de equipos de salud y de tratamiento de consumo, empezó a recibir atención integral. Meses después, su estabilidad emocional mejoró y retomó el contacto con su familia.
El equipo social le ayudó a elaborar un currículum vitae, lo que le permitió obtener un empleo en una empresa de aberturas de aluminio. Más adelante, consiguió un trabajo de tiempo completo en una metalúrgica, manteniendo su tratamiento de consumo. Con dos sueldos ahorrados, alquiló una pensión y comenzó a reunirse con su hijo.
Nueve meses después de su primer contacto con el equipo de calle, Alfredo logró reinsertarse en la sociedad, recuperando su vida y su familia. Hoy, vive nuevamente con su pareja y su hijo, esperando un segundo bebé. “Sigue siendo muy agradecido con el equipo y pasa cada vez que puede a saludarnos, haciendo siempre hincapié que los equipos de situación de calle que trabajaron con él le devolvieron la vida que una adicción le había arrebatado”, señaló Oscar.
En plena pandemia, Oscar cumplía tareas en La Casona, un espacio de alojamiento que el municipio había dispuesto para personas en situación de calle durante todo el día, en el marco de las condiciones de aislamiento por la emergencia sanitaria. Allí conoció a Amalia, una mujer mayor ―que al momento del ingreso al espacio desconocían su edad y luego supieron que tenía más de 80 años― que pernoctaba en la plaza Buratovich.
“Una mujer bella ,de pelo blanco, ojos azules y unas ganas de vivir pocas veces vistas”, recordó Oscar, y comentó: “Tenía un diagnóstico mental que la hacía olvidarse de algunas cosas que hacía durante el día, pero su memoria de cuando era joven, de su crianza y educación jamás la olvidó”.
“Empezamos a viajar en el tiempo con ella y supimos que amaba la pintura, que venía de una familia con un buen pasar económico y que desde chica les gustaba el arte en todas sus expresiones”, expuso Oscar. Ahí comprendieron porque a Amalia le gustaba tanto cantar, bailar, dibujar y charlar durante su estadía en La Casona. “La aprendimos a querer mucho y las áreas que iban a darles talleres también, porque era muy anfitriona, enseguida invitaba a tomar el té y comer algo”, añadió.
“Verla a Amalia que, a pesar de vivir mucho tiempo en calle por distintas situaciones de la vida fuera tan fuerte, tan alegre, con tantas ganas de vivir, me daba esa fuerza para poder ayudar a muchas personas que por la pandemia y estar en calle, se encontraban muy deprimidas. Era un trabajo diario con ellos para lograr sacarlos de ese estado y Amalia ayudaba mucho en eso”, concluyó Oscar.
Una vez finalizada la etapa de aislamiento estricto por la pandemia, Amalia fue derivada a una residencia para adultos mayores.