El espacio municipal ubicado en Dorrego 3339 se caracteriza por tener la primera pileta climatizada, inclusiva y pública del país, y ser una amplia red que abraza a barrio Hospitales y su zona.
El 9 de Julio es un polideportivo municipal de la ciudad y es mucho más que un espacio para distenderse en familia o con amigos a diario, ya que conjuga en presente perfecto recreación, aprendizaje, inclusión y contención. Cada testimonio certifica el elevado grado de calidez que envuelve al lugar. Las miradas sonrientes y el paso liberado de cada persona que transita el espacio avalan la mancomunión que reina puertas hacia adentro.
A eso hay que sumarle que el predio, ubicado en Dorrego 3339, tiene un plus que además lo caracteriza por naturaleza, y es que se destaca por contar con la primera pileta climatizada, inclusiva y pública del país. Sin dudas, es una amplia red que abraza a la sociedad rosarina desde las infancias hasta la tercera edad. Tal es así que 1.200 personas ingresan a diario al emblemático espacio municipal.
Natatorio con brillo propio
El polideportivo emplazado en barrio Hospitales es elegido por la barriada y alrededores para despuntar el esparcimiento y adquirir nuevos conocimientos a través de las diversas herramientas que ofrece el amplio programa de actividades que hay al servicio de las vecinas y los vecinos.
El dato extra es que tiene un espejo de agua particular. “En septiembre de 2016, a través de unos proyectos que hicieron entre Nación y Provincia, y mediante una iniciativa de la Municipalidad, crearon la primera pileta inclusiva, no solo de la ciudad sino del país”, deslizó Martín Sorop, quien coordina el predio desde hace varios años.
“Contamos con rampas y una silla hidráulica, que en nuestro país solo este polideportivo y un club de la ciudad (Gimnasia) la tienen. Disponer de una pileta de estas características es una marca registrada para la ciudad”, acotó.
El coordinador agregó: “El 9 de Julio también es sede del proyecto Yo También, que articula la Municipalidad mediante la Dirección de Deporte Comunitario de la Secretaría de Deporte y Turismo. Hay a disposición una amplia franja horaria para que los chicos que cuentan con el certificado de discapacidad puedan hacer natación o bien realizar otras actividades mediante juegos en el SUM”.
Del proyecto Yo También participan 187 personas, entre niñas y niños, adolescentes y adultas y adultos. A eso hay que agregarle que 9 instituciones llevan a 20 alumnas y alumnos en promedio para que el programa municipal sea más inclusivo durante todo el año y en diferentes horarios.
Diversas propuestas
Las puertas del polideportivo están abiertas para la comunidad rosarina desde muy temprano. La actual política municipal es brindar un espacio de contención a toda la sociedad a través del amplio abanico de propuestas que pone al servicio de la enorme barriada.
“Las dos piletas funcionan a pleno. Unas 1.200 personas ingresan a diario al predio municipal. Cada persona que entra se divierte, aprende. Hay actividades para todas las edades. Contamos con el programa Rosario en Movimiento, perteneciente a la Dirección de Deporte Comunitario, y eso genera un flujo importante de recreación a diario”, comentó Sorop, que está en el polideportivo desde el 2011.
“Este hermoso lugar fue inaugurado el 4 de noviembre de 2004. Se gestó mediante un convenio entre la ex área de Recreación y Deporte, el Servicio Público de la Vivienda mediante el marco del Programa Rosario Hábitat, y la ex Secretaría de Promoción Social”, recordó, y amplió: «El objetivo era remodelar este espacio. Es que antes funcionaba un club, el 9 de Julio, que contaba con la cancha de fútbol, un bar y una habitación donde la gente jugaba a las cartas”.
La realidad marca que como el club “se vino muy abajo, estas tres instituciones municipales hicieron una convocatoria en lo que era la ex villa Corrientes (actualmente barrio Hospitales) porque de esa manera se podía atender y brindarle un espacio para las diferentes demandas de las familias de la zona”.
Empezaron a poner manos a la obra al proyecto en 2003. Fue así que se hizo la pileta, el playón, el SUM y el vestuario. Su fisonomía cambió radicalmente, pese a que se mantuvo el nombre original.
“Estar acá es un lindo desafío, me apasiona. La intención es que cada uno que ingresa se sienta cómodo y vuelva. Que se apropie del lugar porque este Polideportivo está al servicio de la sociedad”, aseguró el coordinador, y agregó: “Hay chicos que vinieron de pequeños y hoy estudian y hacen las prácticas del Profesorado de Educación Física acá. Todo aquel que se va, siempre vuelve”.
Por último, sostuvo: “Para el barrio, esto es espectacular. Creció mucho y los fines de semana acuden muchas familias. Aprovechan al máximo el espacio municipal. Es un lugar maravilloso”.
Completo y para todas las edades
El polideportivo cuenta con una pileta de natación semiolímpica (25×12,5 m), una pileta para niñas y niños, un salón de usos múltiples que los adultos y adultos mayores usan además para hacer yoga, pilates, gimnasia localizada, ritmos, entre otras propuestas. A eso hay que sumarle el playón de deportes donde chicas y chicos de 8 a 13 años practican básquet. El espacio además cuenta con vestuarios.
Otro punto a destacar es que en el 9 de Julio funciona una escuela de natación destinada a niñas y niños de cuatro años en adelante, adolescentes, jóvenes, adultos y adultos mayores. Hay aquagym y gimnasia para todas las edades y una colonia para adultos mayores, quienes hacen diversos estímulos mediante talleres y aquagym.
Además, a la pileta y al playón municipal acuden alumnas y alumnos de 26 escuelas de la provincia. El lugar es una muestra fiel de que está al servicio de la comunidad en todos sus niveles.
Cabe destacar que desde la coordinación se intenta que todos se apropien del lugar, algo que se percibe a simple vista, ya que el tránsito de personas es constante. En ese sentido, en verano funciona la escuela de natación donde acuden aproximadamente 1.300 alumnos, además de las personas que acuden a la pileta recreativa por la tarde.
Testimonios desde el corazón
Rinaldo “Coco” Sánchez tiene 76 años y es uno de los tantos adultos mayores que no se pierden un día en el polideportivo. “Vengo desde hace un par de años. Llegué por intermedio de una amiga. Le decía que estaba inactivo y me comentó de este lugar. Me acerqué y hablé con la profe Sandra, quien me comentó todas las actividades que había. Empecé haciendo pileta y después consulté si podía sumarme a realizar otras disciplinas, y fue así que arranqué gimnasia”, contó.
“Aprendí a nadar a los 73 años gracias al 9 de Julio. Al principio ni la cabeza podía meter en el agua. Luego me quedaba en la escalera agarrado hasta que un día me largué”, resaltó emocionado Coco, quien es jubilado y vive en barrio Alvear.
Y añadió: «Este lugar es una descarga para mí. Comparto mucho con mis compañeros. Me siento contenido emocionalmente y muy cómodo. A Martín (Sorop) le digo siempre que estoy para lo que sea para el poli”.
Por su parte, Mónica Machado relató que acude al espacio desde hace diez años. «Un día estaba por calle Dorrego y me paré en Deán Funes, acá en la esquina. Me puse a observar la que fue mi casa de chica, de donde salí con mi vestido de novia. De repente, miré para acá y sentí música. Me dije ‘qué raro que haya música’ porque esto era un club donde solo había una cancha y la gente se juntaba a jugar a las cartas”, detalló.
“Mi madre nos decía que no pasáramos por el 9 de Julio porque no era para nosotras, ya que había prácticamente todos hombres jugando”, clamó Mónica, que tiene 68 años y está jubilada.
“Otra cosa que me llamó la atención fue que además de la música que sonaba de fondo, hacían gimnasia, hablaban y todos sonreían. Era un grupo muy lindo porque hacían ejercicios y se recreaban. Eso me llamó la atención y entonces decidí consultar qué era específicamente lo que hacían. Pedí permiso para ver y luego anotarme, porque me gustó. Y bueno, desde ahí comencé a venir”, dijo esta vecina que reside en barrio Matheu.
“Vine en un momento muy difícil desde lo personal. Necesitaba contención. Sabía que necesitaba una espalda porque estaba pasando por un instante muy duro. Fue así que comencé a venir. Pero lo que además destaco, independientemente de todas las actividades que ofrecen, es que acá encontré un oído. Sentí el apoyo del grupo, de la profe. Esto fue como un salvavidas que me salvó”, ponderó.
Machado, además, remarcó: “Amo este lugar. Podría ir a un club, pero a este espacio no lo cambio por nada. En el 9 de Julio encontré lo que no tenía en ningún lado. Acá encontré humanidad. Esto es mi casa”.
“Tuve anorexia en la pandemia y no tenía nada. Esto reabrió y todo volvió a la normalidad. Acá encontré compañerismo, amistad. Este lugar me da todo”, concluyó.
Egle Minozzi es otra de las mujeres que disfruta del 9 de Julio. “Sabía de este lugar porque vivo a tres cuadras. Una vez que me jubilé, me dije ‘qué hago’. Y fue así que me acerqué. Pregunté de qué se trataba todo esto y me informaron de todas las actividades que ofrecen”, indicó.
“Arranqué con aquagym, conocí otro mundo y a muchas personas. Se formó un grupo muy lindo”, describió Egle, quien además explicó que “mi nieta e hija vinieron acá, esto es parte de la familia”.
Minozzi tiene 67 años y está jubilada. Fue maestra, directora y supervisora. “Ahora disfruto del 9 de Julio. El barrio necesitaba algo así. Nos brinda contención a muchos vecinos y genera amistad y camaradería”, dijo, y graficó con gran emoción: «Le perdí miedo al agua. El predio representa muchas cosas. Esto es salud, amistad, objetivos de vida, es una parte mía”.