Funcionarios municipales reconocieron la labor de las 80 mujeres que dan vida al servicio, quienes asisten y acompañan diariamente a los niños internados y sus familias.
Este jueves 3 de mayo, autoridades municipales visitaron las instalaciones del Hospital de Niños Víctor J. Vilela para brindar un reconocimiento a las integrantes del Servicio de Voluntariado de la institución, propuesta solidaria que cumple medio siglo de vida.
«Desde la Municipalidad de Rosario queremos reconocer a las voluntarias ya que su tiempo y su dedicación desinteresada constituyen un capital social muy valioso para la ciudad, los niños y la salud pública y esto está en sintonía con los valores de solidaridad que promovemos”, destacó en la oportunidad el secretario General Gustavo Zignago.
Por su parte, el secretario de Salud Pública, Leonardo Caruana, indicó que “los procesos de cuidados integrales requieren de la presencia del estado pero en firme articulacion con la comunidad». «La ciencia y la tecnología son muy importanes, pero siempre nutridas de actos amables, amorosos, de escucha, de cercania. De eso, las voluntarias saben muchisimo”, concluyó.
El homenaje, que alcanza a las 80 mujeres que en la actualidad conforman el Servicio, forma parte de la promoción de acciones solidarias y del fortalecimiento de lazos entre las organizaciones de voluntarios que el municipio lleva adelante de manera ininterrumpida mediante el programa de Voluntariado Social, dependiente de la Secretaría General.
Un compromiso de medio siglo
Todo comenzó un 5 de mayo de 1968 cuando un grupo de amigas, muchas de ellas esposas de los médicos de la institución, decidieron organizarse con un fin puramente educativo. Su misión sería formar a las familias que acudían al hospital en cuidados relacionados con el acompañamiento a los hijos en los tratamientos indicados y en la prevención de enfermedades.
Con el solo objetivo de colaborar con la salud de los niños en una época signada por un desconocimiento generalizado en la materia por parte de la mayoría de la población, aquel grupo de mujeres inició un camino de solidaridad que perdura hasta nuestros días.
Adaptándose a los nuevos desafíos y al calor del apoyo de toda la ciudad, la propuesta fue paulatinamente sumando voluntades, articulando nuevos recursos y ampliando sus tareas hasta volverse una pieza insustituible del Hospital Vilela y de su gente.
Los alcances de la tarea diaria
Hasta la fecha, el Servicio de Voluntariado del Vilela está compuesto por 80 mujeres que todos los días se hacen presentes en las diferentes áreas del Hospital para ayudar desde las más diversas acciones y ocurrencias. Además de garantizar que las familias tengan todos los recursos necesarios para acompañar los distintos tratamientos de sus hijos, el desvelo mayor de este colectivo es hacer todo lo posible para que cada niña y niño que esté en el hospital no deje de reír, jugar, cantar, imaginar, soñar, sentirse seguro, y pueda disfrutar de todas aquellas experiencias que hacen posible el derecho inalienable a una infancia feliz.
“Algunas trabajan en el costurero confeccionando pijamas y otras prendas para los chicos que están internados. Otras, todas las mañanas sirven desayuno en sala de espera de Oncología. Allí los pacientes llegan a las 8 y tienen que esperar hasta las 11 los resultados de sus análisis, por eso en ese tiempo, planean juegos de mesas, hacen que ese tiempo una oportunidad para jugar, para disfrutar”, relata Cecilia Forniglia, la jefa del servicio, que también realiza aportes similares en terapia intensiva, guardia, consultorios externos y vacunación.
“También estamos en salas de internación, donde las voluntarias cuentan cuentos, llevan libros para pintar, juegan con ellos. Es la experiencia más fuerte porque no solamente estamos con el niño, sino que se hace un acompañamiento a la mamá que se interna con él”, agrega.
El sostén de una ciudad solidaria
Un dato clave es la articulación que mantiene el voluntariado con las áreas sociales de la institución, lo cual implica la apertura a un campo de acción mucho más amplio para el trabajo voluntario. Además del acompañamiento a la estadía de un niño durante un determinado tratamiento, el aporte del servicio trasciende los límites del edificio de Virasoro al 1855 para relevar el conjunto y la diversidad de necesidades de cada familia y gestionar la cobertura de las mismas a través de los múltiples y anónimos canales por los que los rosarinos efectúan constantes donaciones.
“La gente es muy solidaria y el hospital es muy convocante. Cuando yo abro la boca para decir falta chocolatada, al otro día llueven los paquetes de chocolates; cuando ponemos en la página de facebook que faltan pañales, aparecen los pañales”, expresa Forniglia en relación al origen de los recursos con los que cubren tantas necesidades que se presentan. “Hay muchas personas que constantemente nos donan dinero en memoria de un fallecimiento y también instituciones. Nunca faltó nada”, asegura emocionada.
En relación a las motivaciones por las que las voluntarias dedican gran parte de tiempo y esfuerzos a una tarea sin rédito económico, explica: “La devolución de la gente nos hace seguir yendo, nos llena el alma. Las palabras de aliento de la gente que nos ve en el hospital, las mamás, los niños que te dan un beso o te devuelven una sonrisa, cuando ves que el niño que estaba enfermo empieza a mejorar, o la madre que pierde a su hijo pero te sigue escribiendo y agradeciendo todo lo que hicimos mientras estaban acá, eso es impagable.”