Está ubicada en Av. Bermúdez y Rui Barbosa, sobre un terreno en desuso que se había transformado en un basural crónico.
La esquina de Rui Barbosa y Av. Bermúdez era hasta hace pocos meses un pequeño terreno en desuso, intervenido cada cierto tiempo por equipos municipales que retiraban la basura y los escombros arrojados en el lugar, residuos que en ocasiones terminaban ardiendo bajo las llamas. Hoy, ese pequeño terreno es la primera Plaza de Bolsillo de la ciudad y se transformó en un espacio comunitario para el disfrute de todos los vecinos y vecinas del barrio.
Ubicado justo frente al Jardín N° 37 Tambor de Tacuarí y lindero a la Vecinal Saladillo Sud y al Club Roque Saenz Peña, el espacio se localiza en un punto neurálgico del histórico barrio de la zona sur de la ciudad, homónimo al club. Precisamente la colaboración de las tres instituciones y de las vecinas y vecinos de la zona fue fundamental para la transformación del espacio.
«La plaza de bolsillo se emplazó para resignificar un lugar donde antes se arrojaban residuos frecuentemente. Hoy, con la colaboración de las instituciones que rodean el sector, podemos contar con un espacio para el disfrute de todos y todas», remarca el director del Centro Municipal Distrito Sur, Diego Herrera, que acompañó todo el proceso realizado con los habitantes del sector.
Los primeros pasos giraron en torno al acercamiento con las instituciones más próximas a la flamante plaza y los vecinos y vecinas del lugar, a través de algunos encuentros y actividades de difusión. Luego de la limpieza del espacio y con las obras ya en marcha, se decidió, en conjunto con habitantes y referentes del barrio, que sea la institución educativa la que trabaje sobre los muros que rodean el lugar.
“Sentimos que el jardín se extiende hasta la plaza, que ganamos un lugar para ir con los niños y niñas a jugar, a tomar una rica merienda, a narrar cuentos, a pintar, a decorar con plantas y flores para que quede más linda”, señala Carina Dalman, docente del jardín al que asisten unos 120 chicos y chicas del barrio e institución que se apropió rápidamente del nuevo espacio público.
El jardín, junto al club, a la vecinal y a vecinos del barrio, es uno de los “socios activadores” de la Plaza de Bolsillo, que son ni más ni menos los encargados de darle sentido al nuevo espacio y cuidarlo. “Tenemos que aprender a cuidarla y conservarla como plaza, como lugar público, que seguro nos regalará momentos muy lindos en ella”, agrega Dalman.
Para la actual directora de la institución educativa, que ocupa el cargo desde mayo pasado, fue una grata sorpresa arribar y encontrar a la institución involucrada en un proyecto como ése. “Me causó mucha emoción llegar y encontrarme con un proyecto que avanza a pasos agigantados, porque esto surgió en abril y en junio la plaza ya prácticamente estaba. Yo no vi el lugar de arrojo, la transformación del lugar”, cuenta Gabriela Torrilla, y sostiene: “Me emociona lo que me cuentan las compañeras y lo que sigue surgiendo en relación a las familias”.
«Estamos convencidos de que trabajando cerca de cada vecino y vecina y cerca de las instituciones se pueden concretar cosas importantes y que le cambian la cara al barrio”, afirma Herrera, y añade: “La plaza de bolsillo es eso, el resultado del diálogo, la cercanía y el empuje de quienes viven cerca por tener un lugar que favorezca la higiene y sobretodo la convivencia ciudadana».
Un mural, síntesis perfecta del espíritu del lugar
Para el director del CMD Sur “el broche de oro” de la primera Plaza de Bolsillo de la ciudad fue la concreción de un mural ideado por las niñas y los niños que asisten al Jardín Tambor de Tacuarí junto al artista plástico Carlos Barocelli, y realizado por los artistas Jorge Molina, China del Río y Marcela Philipp.
Plasmado sobre dos paredes que conviven con la plaza (una corresponde al cerco perimetral del club y otra a una edificación de la vecinal), el mural condensa las imágenes y los pensamientos que niñas y niños le compartieron al propio Barocelli durante un encuentro virtual y a través de decenas de dibujos que cada uno de ellos elaboró.
Fue en ese intercambio online que nació la idea principal: un niño que camina al redoble de un tambor. Por detrás, todo lo que las y los peques desean para el nuevo espacio, las actividades que piensan realizar en él.
“Los nenes hicieron bolsillos de papel decorados y dentro de esos sobres mandaron los dibujos de lo que ellos querían ver pintado en el mural de la plaza”, comenta Torrilla y señala que los “bolsillos” fueron exhibidos todos juntos en el frente del jardín y luego entregados al artista que tuvo a su cargo el boceto de la obra que hoy se luce en el predio.
Además, Dalman manifiesta que desde la institución educativa trabajan con los chicos en un proyecto cuyo objetivo es promover el cuidado del medio ambiente y se muestra convencida de que la plaza será un buen medio para vehiculizar la iniciativa e incentivar la participación en el barrio. “Con los niños estamos reduciendo, reciclando y reutilizando en nuestras propuestas pedagógicas, hábitos que ellos multiplicarán a través de sus familias”, indica.
Música, color y alegría invaden ahora, a través de la pintura, las otroras paredes grises y embellecen un espacio que nació para ser intervenido y habitado por los vecinos y vecinas de manera permanente.
Una plaza cercana y de múltiples usos
La transformación del terreno en una nueva plaza para el barrio permite que cada vecino o vecina ya piense e imagine los usos que le dará al espacio. Las propias instituciones ya se apropian del lugar y proyectan actividades en él. La esquina de Rui Barbosa y Av. Bermúdez ya no es más un lugar de arrojo, es un verdadero espacio para la convivencia y el encuentro.
“Estaría bueno que sea un pequeño lugar de encuentro, de lectura, respetando la identidad de este barrio que es de zona sur”, dice Marisa Aybar, quien hace casi 3 décadas vive a metros de la nueva plaza, y resalta las mejoras que se llevaron a cabo en el lugar, entre ellas menciona la nueva iluminación.
Para ella, el espacio es como “un pequeño centro cultural” al aire libre, y ya se imagina los actos del jardín de infantes en la plaza. “Son cosas que al barrio le vienen bien, volver con los vecinos a charlar, retomar la pedagogía del cuidado de estos espacios que son de todos”, agrega Marisa, y reflexiona: “Plaza de Bolsillo es como que uno la tiene al alcance, a mano”.
Adrián Curátolo hace 63 años que vive frente al flamante espacio público. Nació y se crió en el barrio, fue otro de los lugareños que se involucró en la transformación del espacio, y además es uno de los impulsores de la iniciativa. “Al principio empezamos a llamar para que hagan la limpieza y lo hacían, pero el foco estaba instalado y si no se tomaba una determinación como esta era venir, limpiar y a los 10 minutos estaba sucio de nuevo”, recuerda.
Hoy ya disfruta de la nueva plaza y se acerca junto a su mamá y su esposa a tomar mates. Pero también se cruza desde su casa cada tanto para barrerla y que esté siempre en condiciones. “Hay que tratar de cuidarla permanentemente, lo importante es apropiarse del espacio para que no sea en vano lo que se hizo”, afirma, y se muestra esperanzado: “No creo que se vuelva a transformar en un espacio de arrojo”.
Adrián valora especialmente la realización del mural que se hizo en el lugar. “La intervención de la pintura es espectacular, digna de admiración. La gente pasa y se para a mirar”, cuenta y asegura: “Estamos agradecidos, todos los vecinos. En definitiva no es una gran erogación, pero se ha hecho algo muy bueno”.
Desde la Vecinal Saladillo Sud también celebraron la iniciativa y acompañaron su metamorfosis. Incluso cedieron una pequeña porción de su terreno para que quede incorporado al nuevo parque público. “Se había hecho un basural crónico y ahora cambió totalmente”, asegura Carmen Toscano, vecina de la zona desde hace décadas y con 25 años al frente de la institución vecinal.
“Cedimos un pedacito del terreno que pertenecía a la vecinal para que la plaza pudiera ser más amplia, porque es mejor que sea un espacio cuidado y no algo vacío”, justifica la presidenta de la vecinal, y deja un mensaje para los vecinos y vecinas: “Es una buena solución, ahora hay que comprometerse a cuidarla y a no permitir que otros la dañen. Es muy positivo”.