Por Luis Rubeo
Sería muy sencillo plantear sólo la adhesión y apoyo al paro general convocado por la CGT para el martes 25 de septiembre. Desde las convicciones, desde la perspectiva del acompañamiento a las luchas del movimiento obrero organizado, y desde la justicia de los reclamos, alcanzaría con decir: “Yo también paro”.
Pero el Gobierno nacional, sus funcionarios, sus legisladores, sus concejales, preguntan, nos preguntan “¿Por qué paran?”. Es necesario que desde mi humilde lugar de militante peronista exprese mi opinión en torno de los motivos de esta medida de fuerza.
También es preciso señalar que si bien las políticas que han llevado a la situación actual son responsabilidad del gobierno de Cambiemos, la administración provincial, en manos del Frente Progresista, no puede ni debe quedarse de brazos cruzados frente al ajuste, y debe tener la cuota de valentía necesaria para enfrentarlo.
Paramos porque creemos firmemente en la Justicia Social, que no es una expresión vacía de contenidos, sino un programa de gobierno, un mandato militante cuando se está en el llano, y por encima de todo, un compromiso con las grandes mayorías, y dentro de ellas con los sectores más vulnerables.
Podría decirse que por eso somos peronistas, y que casi todo lo demás corre alrededor de esta definición.
Desde ese lugar el peronismo ha sido, desde su nacimiento, la garantía de la paz social. Y la historia muestra, dramáticamente, que cada vez que se han querido instrumentar políticas que marginan a las grandes mayorías, que dejan afuera a los que trabajan y producen, que impide que millones de argentinas y argentinos puedan llevar con la dignidad de su esfuerzo y su trabajo el plato de comida a la mesa de su hogar, esa paz social fue puesta en peligro.
Paramos, entonces, porque somos responsables. Porque advertimos que la paz social estaba, –y está, una vez más– en riesgo.
Paramos porque millones ya no pueden hacer frente a la tragedia de los precios altos y los sueldos cada vez más bajos.
Paramos porque la devaluación, sumada al desempleo, a la inflación, están acorralando a la niñez, a nuestra juventud, a mujeres y hombres en su plena madurez, a nuestras ancianas y ancianos.
Paramos porque la caída del consumo ya no se vincula con lo que se deja de lado para subsistir, sino con la imposibilidad de alimentarse, en una Argentina que produce alimentos para centenares de millones de personas.
Paramos porque el desplome del sistema de salud está condenando a las futuras generaciones y matando a miles de personas que ya no pueden acceder siquiera a los medicamentos, que el Estado dejó de proveer.
Paramos porque el ataque a la educación pública no se detiene, y no está limitado sólo a sueldos paupérrimos. No se construye un jardín de infantes, una sola escuela, y se cuestiona el haber inaugurado universidades.
Paramos porque este Gobierno nacional, entre sus múltiples promesas, dijo llegar para erradicar la inseguridad. Nada de eso ocurrió, pero sí se incrementó la represión a la protesta social, la persecución a dirigentes gremiales y políticos opositores a esta política de ajuste.
Paramos porque el ajuste empobrece, hambrea, disocia, y finalmente mata.