Pocho Lepratti cumpliría 55 años

Un 27 de febrero nacía en la provincia de Entre Ríos Claudio ‘Pocho’ Lepratti, querido y recordado militante de ATE Rosario. Bandera de lucha y dignidad. Organizó cientos de jóvenes en Rosario y fue asesinado por la policía de Carlos Reutemann en su lugar de trabajo el 19 de diciembre de 2001.

Claudio Lepratti entendía que un delegado no era sólo quien atiende las cuestiones laborales del sector donde trabaja, sino también las humanas. Con este precepto extraordinario militaba para cambiar la realidad, poniéndole cuerpo y construyendo las voces de los sectores más postergados.

La ciudad de Concepción del Uruguay en la provincia de Entre Ríos fue el lugar de su nacimiento. Sus padres, Orlando y Dalis tuvieron cinco hijos más, él era el mayor. Pocho vivió con la familia en Colonia los Ceibos, a pocos kilómetros de Concepción, hasta la mitad de la década del 80, cuando ingresó a estudiar Derecho. En 1986, católico practicante, ingresó al seminario salesiano en la localidad de Funes. Y, años más tarde, lo abandonaría -a principios de los ’90´s-, asumiendo la opción de vivir en uno de los barrios más humildes de Rosario para ayudar en lo que pudiera a Edgardo Montaldo, sacerdote y referente social del barrio Ludueña.

“Estamos reclamando la dignidad del trabajo. Somos todos de clase trabajadora, somos de villa, nuestra posibilidad y futuro está en el trabajo. Venimos de un lugar que está lleno de exclusión, decía Claudio. “Nos juntamos para hacer cosas juntos porque no había propuestas para hacer juntos en el barrio (…) aprovechamos un espacio que nos dieron en el salón, en la comunidad del barrio y después fueron surgiendo algunas inquietudes entre los que estaban”, contaba.

Pocho comenzó su camino en ATE a finales de la década de 1990, como delegado cuando se produjo el cierre de la Cocina Centralizada y fue despedido de su trabajo. Pero fue la misma organización con sus compañeros la que le permitió luchar para recuperar su trabajo. Eligió su espacio de representación y tras varios días de acampe frente a la desmantelada cocina junto a muchos otros compañeros que hoy también recordamos, como Ángel Porcu, lograron no sólo la reincorporación sino también el pase a planta.

Desde aquel momento se haría más intensa su participación en la lucha gremial, como delegado en ATE y congresal de la CTA, por mejorar las condiciones de trabajo de asistentes escolares y de los trabajadores estatales en general. Diversos sectores en lucha a fines de los `90 lo recuerdan silencioso pero presente en sus piquetes.

Pocho llevaría su compromiso a trabajar en una escuela en la zona sur de la ciudad, la Nª 756 José Mariano Serrano, en el corazón del barrio Las Flores, a más de diez kilómetros de su casa. Esa distancia la cubría en bicicleta, con lluvia y con sol.

El 19 de diciembre de 2001, casi cerrando el ciclo escolar, Pocho subió al techo para exigir a la policía  que cese la balacera y la represión que se estaba llevando adelante en la zona del comedor, con más de 100 chicos comiendo allí. La bala del policía Esteban Velázquez fue a la garganta de Claudio. Tenía 35 años. Murió ante el desconsuelo de sus compañeras y compañeros. “Lo mató un cana en su lugar de trabajo”, fue la denuncia reiterada por el Padre Montaldo hasta su propia partida.

Caminos de impunidad

En diciembre de 2001, el pueblo argentino le decía basta a un modelo de gestión de gobierno corrompido y obsoleto. La economía en ruinas empujaba a la gente de sus casas al grito de “que se vayan todos” y se desataba la más feroz represión que se recuerde en democracia tras la dictadura genocida, que dejaría 39 muertos en todo el país.

Nueve de esos asesinatos se perpetraron en la provincia de Santa Fe, gobernada entonces por Carlos Reutemann, quien jamás rindió cuenta de sus actos. Otros funcionarios implicados nunca juzgados fueron el entonces ministro de Gobierno de la provincia, Lorenzo Domínguez, el Secretario de Seguridad, Enrique Álvarez y representantes de la policía de la provincia, policía federal, prefectura y gendarmería. Ninguno fue condenado y, a 20 años de esos hechos, la mayoría de los crímenes permanecen impunes.

Luego de mucho reclamo, en el año 2004 la justicia condenaría al policía Esteban Velázquez a 14 años de prisión por el asesinato de Claudio Pocho Lepratti. Una de las pocas causas que llegaron a tener condena en el país. Fue liberado por diversas reducciones de penas y protagonizó varios escándalos: se montó un carrito de choripanes que guardaba frente a la comisaría de Arroyo Seco, pretendió ingresar a la Guardia Urbana local, fue fiscal del propio Reutemann cuando formó parte de las listas del PRO y sostuvo su participación política en ese espacio.

La justicia como construcción colectiva

ATE Rosario insiste en su ejercicio cotidiano de memoria y ratifica el pedido de justicia por las víctimas, sus familias y la sociedad toda. Y junto con ese compromiso, recuerda con orgullo y alegría al compañero, al del mate bajo el brazo, al de la charla en ronda con todos, el que llevaba los elementos para improvisar un guiso en la mochila en cualquier momento, al que puso el cuerpo cuando había que ponerlo. Congresal de la CTA, delegado de ATE Rosario y militante social del barrio Ludueña, fue un luchador con una historia que marcó un camino para todos los que tocó, particularmente de los trabajadores estatales.

El ejemplo de Claudio Lepratti desbordó también en organización y ‘alegría como resistencia’ a días de su asesinato: desde febrero de 2002, en su querido barrio de Ludueña, algunos de los jóvenes de los grupos que coordinaba en su acción barrial le han dado forma y vida al reclamo y la resistencia mediante la celebración del cumple carnaval de Pocho. Este año, se realizará por vigésima vez congregando a toda una comunidad que no olvida.

“La memoria debe jugar el papel más importante en la clase trabajadora, memoria para no olvidar lo que nos hicieron. Memoria para recordar que esos verdaderos e impunes protagonistas son los desaparecedores, los desocupadores y los delincuentes de guantes blancos”, afirmó Celeste Lepratti, hermana de Pocho, en uno de los históricos actos en reclamo de justicia. Y así se sigue andando con el Pocho como bandera. Porque se marcha para construir, para celebrar y para seguir haciendo camino.