La Dirección de Mediación ofrece gratuitamente una resolución pacífica de problemas entre particulares, en lo que constituye un fuerte vínculo del Estado local con la vida cotidiana de la gente.
Una pared rasgada por una obra en construcción. Un establecimiento que genera ruidos molestos. Un perro o hasta una clase de zumba que no dejan dormir la siesta. Problemas cotidianos de la vida de cualquier vecino o vecina de una ciudad como Rosario, que hasta podrían parecer menores, pero en muchos casos no lo son: por ello, para intervenir sobre estos conflictos corrientes con soluciones que no son ni sencillas ni evidentes, existe la Dirección de Mediación de la Municipalidad de Rosario.
Nacida como programa en 2002 y convertida en Dirección en 2014, se trata de una herramienta completamente gratuita que intenta, mediante la intervención de un tercero imparcial (mediador) que las partes de un conflicto encuentren a partir del diálogo pacífico una solución adecuada sin necesidad de llegar a instancias judiciales.
“Desde que empezó a existir la descentralización en la Municipalidad, tuvo un efecto muy positivo que fue que el vecino encontrara la cercanía del Estado en los distritos. Entonces empezaron a asistir por muchísimas cuestiones que no eran de competencia municipal, cuestiones privadas que tenían únicamente una solución judicial. En ese momento, la política del municipio era que tratándose de una cuestión de derecho privado, los problemas entre vecinos debían resolverse en la Justicia”, narra Julia Cardozo Villa, directora de Mediaciones.
“Nosotros quisimos generar un cambio de paradigma: que la Municipalidad le ofreciera al vecino la posibilidad de resolver un conflicto privado, sin necesidad de concurrir a la Justicia. Una resolución judicial implica un montón de recursos que muchas personas no tienen, pagar una carta documento, un abogado. Pero incluso para quienes tienen entidad económica para eso, los juicios llevan muchísimo tiempo y en ese tiempo el conflicto continúa y la calidad de vida de los implicados baja considerablemente. Si se puede encontrar una solución rápida y pacífica, es fundamental”, amplía la profesional.
Es así que cada Centro Municipal de Distrito prácticamente nació con un servicio de Mediaciones. A través del SUA (Sistema Único de Atención Ciudadana) o de la oficina de Atención al Vecino de los CMD, rosarinos y rosarinas pueden acercar su problema y solicitar una mediación. Según se trate de un problema de convivencia o de obras en construcción, se generan diferentes procesos.
En cada caso, se coordina una audiencia para no más de treinta días después de que llega el expediente. Y se avisa a las partes mediante notificadores municipales. “Nosotras previamente intentamos hacer un contacto directo por teléfono si tenemos los datos para que se sienta la cercanía y para explicarles de qué se trata el procedimiento. Al tener un teléfono directo que no sea un interno, que te atiendan siempre las mismas dos personas, el vecino se siente muy contenido antes de llegar a la audiencia entre las partes”, cuenta Angie Garay, otra integrante del equipo.
“Cada caso se valora en particular y se elabora una estrategia puntual. Si el conflicto ya está muy escalado, organizamos reuniones previas por separado para desescalar y llegar a la audiencia con posibilidades reales de diálogo y por ende de resolución”, aclara la directora.
Anualmente, se llevan adelante casi 2.000 mediaciones. “Como son voluntarias, lo más difícil es lograr que las partes se presenten. Pero si lo logramos, que es frecuente, tenemos un porcentaje de resolución del 80%”, explica Julia. “La mediación no sólo impacta sobre la vida de la persona que participó efectivamente, sino en la de toda su familia y su entorno. Entonces calculamos que cada mediación resuelta genera influencia sobre unas diez personas”, suma.
Con un cálculo rápido, se puede estimar que la calidad de vida de miles de rosarinas y rosarinos mejoró en cierta medida por la intervención de Mediación. “Es realmente un trabajo de mucha contención y escucha, que de verdad es fundamental para los vecinos y vecinas”, afirma Angie.
La Dirección cuenta con tres mediadoras profesionales altamente capacitadas en la temática. “Se puede venir de cualquier profesión pero hay que hacer un posgrado de 150 horas. Los mediadores deben conocer técnicas de comunicación, formas de expresarse, de preguntar, cómo entrar en el diálogo. Esa es la base de lo que nosotros hacemos. Yo creo que cualquier persona que tenga vocación de pacificar a la sociedad puede adquirir las habilidades para ser mediador. Y ser mediador te hace mirar a la vida y sobre todo a los conflictos de otra manera”, asegura la directora.
Tras años de experiencia y trabajo diario, las mediadoras repasan los temas más comunes de conflicto. En el distrito Centro, por ejemplo, la gran mayoría de los problemas son por obras en construcción. Y a nivel ciudad, el reclamo más reiterado es por diversos tipos de ruidos molestos. Sin embargo, listan, sin repetir y sin soplar: ubicación antirreglamentaria de árboles, problemas de convivencia en pasillos, talleres mecánicos y fábricas que invaden espacios comunes o generan malos olores, entre otros tantos.
Entre los conflictos frecuentes, aparecen anécdotas memorables por peculiares. “Un verano, una vecina se quejaba por el ruido de la clase de zumba de un Polideportivo. Era a las dos de la tarde y ella necesitaba dormir la siesta a esa hora para estudiar. Parecía algo sencillo pero estuvo complicado”, recuerda Angie. “Una vez una persona llevó una rata a una audiencia como prueba de que el vecino se las tiraba a la terraza”, aporta Julia, entre risas. Una mediación tiene reglas que las partes deben aceptar. Se garantiza la imparcialidad del mediador y se establece que el diálogo tiene que darse en el marco del respeto mutuo. Y también se suscribe un convenio de confidencialidad, lo cual garantiza que cualquier cosa que se dialogue en el marco de mediación no puede ser utilizada como prueba en un eventual juicio. “Eso permite hablar con confianza y libertad, que es lo contrario a lo que pasa en un juicio”, asegura la directora.
Una mediación promedio involucra como mínimo tres encuentros y a veces son más. Cuando se llega a un acuerdo satisfactorio, se genera un acta de acuerdo que firman todas las partes y de la cual todas las partes se llevan una copia. La Dirección genera un seguimiento del tema para corroborar que lo acordado efectivamente se cumplió.
Además de las mediaciones comunitarias, desde finales del 2018 la Dirección trabaja, junto con el Plan Abre, en el barrio Grandoli y Gutiérrez. “Nos convocaron para acercar a los vecinos porque había muchos conflictos de convivencia. Empezamos a intervenir y la verdad que la respuesta de la gente fue muy buena. El hecho de estar ahí mismo y que no tengan que ir hasta el Distrito Sur o ni siquiera llamar por teléfono, es fundamental. Vamos dos veces por semana y cada vecino va directamente por cualquier duda”, cuenta Angie.
La experiencia tiene antecedente en la creación de los consorcios de los Fonavi de Barrio Latinoamérica, donde gracias a la intervención de Mediación se lograron formar 48 consorcios. “Muchos hoy por hoy siguen manteniendo contacto con nosotras por cualquier duda o problema que tengan, nos tienen como referencia para este tipo de situaciones que se dan todos los días”, agrega la mediadora.
Para el 2020, la Dirección suma ambiciones. A las miles de mediaciones comunitarias, quieren sumar instancias de capacitación. “Tenemos el objetivo de generar espacios de construcción y educación para la paz. La idea es no solamente lograr la pacificación una vez que el conflicto existe sino tratar de capacitar a los vecinos de la ciudad para evitar los conflictos o convivir con el conflicto”, concluye la directora.