La publicación tiene la particularidad de ser un trabajo 100 % artesanal y realizado enteramente en la imprenta municipal. El premio otorga difusión a nuevos autores y autoras de la ciudad.
El Concurso Municipal de Narrativa Manuel Musto para libros de cuentos es uno de los premios más importantes de la ciudad. Cada año nuevas voces envían sus textos y apuestan a visibilizar su escritura a través del certamen. En la última edición, la ganadora fue Paula Galansky con su libro El lugar en el que estoy cayendo, en categoría mayor.
Pero además de la difusión a quien lo gana, también es una visibilización para quienes quedan como finalistas. En ese sentido, la Editorial Municipal realizó una publicación artesanal de un cuento de los diez finalistas, que fueron: Juan Vitulli, Ismael Seafog, Simón Menéndez Bravo, Gregorio Molbert, Natalia López Gagliardo, Julia Mariana Sánchez, Leonardo Berneri, Delfina Medicina, Oscar Ayala y Ernesto Gallo.
Sobre cómo se realizó la selección del cuento a publicar, desde la Editorial cuentan que se hizo pensando en el conjunto de la colección, en que la extensión de cada uno fuera similar. En principio, la Editorial hizo una propuesta a las autoras y autores sobre qué cuento de la obra presentada al Concurso sería publicado. Se habló con cada uno y cada una y luego de un intercambio de opiniones se llegó a un acuerdo.
De igual modo, la publicación de los cuentos de los finalistas no es una novedad. La Editorial Municipal lo realiza desde hace años. «Es una práctica usual en casi todos los últimos concursos. Por ejemplo, pasó con el Concurso Nacional de Poesía 2017, donde se editaron las obras de diez finalistas, o con el concurso regional de Nouvelle 2018, que a las dos novelas ganadoras se agregaron cinco de finalistas de distintas localidades. Es una buena oportunidad para sumar títulos y dar a conocer nuevos autores y autoras. En este caso, los jurados Marina Closs (Misiones), Francisco Bitar (Santa Fe) y Matías Capelli (Buenos Aires) seleccionaron doce obras finalistas, todas de buen nivel, y para mediados de 2022 decidimos encarar una colección artesanal con estos cuentos», explicaron desde la Editorial.
En tiempo de digitalización y de convivencia de formatos, la Editorial sigue apostando a la publicación en papel y al trabajo manual. «Tradicionalmente, publicamos obras en soporte papel e imprimimos de manera industrial, en imprentas comerciales de la ciudad, a través de licitaciones. Pero desde 2017 empezamos a desarrollar un área digital, al principio con un relato y una novela corta de dos chicas que le habían presentado al Concurso Infantil de Cuento y al Musto de novela en categoría juvenil. Luego ya hicimos ebooks más complejos y ambiciosos: 2020. Veinte episodios de la historia de la literatura argentina del siglo XX, y 2021. Veinte ensayos sobre literatura y vida en el siglo XXI, coeditados con el Centro de Estudios de Literatura Argentina y el Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, ambos pertenecientes a la UNR», cuentan.
A pesar de este trabajo de digitalización de los últimos años, les pareció que era el momento de probar con un tipo de producción más artesanal, en el que confluyeran tanto la edición profesional del contenido con la preparación manual del soporte. «Nos interesa sumar variantes al hecho editorial, no reemplazar un tipo por otro: el libro digital tiene una circulación más difusa y probablemente más extendida que el libro en papel, pero no lo reemplaza. Tampoco el artesanal reemplaza al industrial, sino que diversifica la propuesta de lecturas y circulación de las obras», aseguran.
Acerca del proceso de realización, señalan que fue una experiencia novedosa, ya que se decidió confeccionar los cuentos de manera completa en la Imprenta Municipal. «Las tareas se llevaron a cabo en los talleres de la Imprenta e incluyeron clases prácticas para los integrantes de la Editorial como así también para los pasantes de la carrera de Letras de UNR y estudiantes del último año de la Escuela Técnica N° 65 ‘Carlos Guido y Spano’ con la encuadernadora Analía Blanco y con Eric Schierloh, uno de los referentes de la edición artesanal en Argentina. Para confeccionar los 1000 ejemplares se utilizaron antiguos métodos de impresión y encuadernación manual», explican desde la EMR. De esta manera, los diez nuevos títulos se suman al catálogo de la Editorial y se comercializan tanto en ferias (en 2022 la Editorial participó en más de 20 ferias en Rosario y en otras ciudades del país) como en librerías de toda la región.
Nuevas voces
Estas publicaciones, como otros concursos que realiza la Editorial Municipal, son una oportunidad para las voces nuevas y jóvenes de la literatura local. Desde la institución explican que, si bien no es un objetivo explícito, van notando que a nivel local y regional la EMR es, en muchos casos, un sello de primeras obras o bien un sello que representa para el autor o la autora cierta garantía de circulación a nivel provincial y nacional.
«Nombres hoy ya instalados en el panorama de la narrativa argentina como Patricio Pron, Beatriz Vignoli, Francisco Bitar y Mario Castells publicaron sus primeras novelas en la editorial. Otro tanto podría decirse de los títulos de la colección Aldana de poesía, que en una gran mayoría son las primeras publicaciones de sus autores. Este aspecto del trabajo, que se instrumenta a través de los concursos municipales, se complementa con la atención puesta en la obra de poetas, ensayistas y narradores que forman parte de cierto patrimonio literario de la ciudad, y en ese caso se investiga y reúne obras poéticas o ensayísticas como, para citar solo dos casos, Ensueño, que es un libro de poesía inédito de Fausto Hernández, o Nacionalismo y cosmopolitismo en la literatura argentina que reúne, por primera vez, parte del corpus ensayístico de María Teresa Gramuglio, una de las investigadoras más destacadas de la crítica actual», expresan.
En definitiva, a la Editorial le interesa relevar las manifestaciones literarias de los chicos y chicas de escuela primaria (Colección Infantil de Cuento), el imaginario adolescente (Colección Juvenil de Narrativa), como las nuevas y las viejas voces de la producción poética, narrativa, histórica y ensayística de la ciudad. «Más lejos vayamos en una dirección, más lejos podremos ir en las otras», concluyen.
Sobre los cuentos publicados
A veces parecen tres de Juan Vitulli (Rosario, 1975): Dos misteriosas mujeres se alternan para visitar a un hombre viejo internado en un hospital, pero las miradas suspicaces de un enfermero y las anotaciones del propio paciente en una libreta complejizan la situación más allá del desenlace inevitable.
La mujer, el hombre y el hijo de Ismael Seafog (Rosario, 1981): La tensa e irónica conversación de un hombre y una mujer que gira alrededor del hijo ausente.
Las aguas suben turbias de Simón Menéndez Bravo (Rosario, 1987): En lo que parece ser un triángulo amoroso, dos chicos y una chica coronan su excursión a las islas del Paraná con un encuentro fuera de lo esperado.
Los cuentos de Crespín de Gregorio Molbert (Centeno, 1971): Someras historias desligadas entre sí, pero con un paisaje común y un registro de lenguaje claramente definido por la dicción seca del monte, el obraje y los desheredados de la tierra.
Los tarados de Natalia López Gagliardo (Rosario, 1987): De madrugada, dos hermanos toman cerveza sentados al borde de una pileta. La conversación, íntima, conduce a recuerdos de infancia y confesiones que modifican para siempre su imagen del pasado.
Nadie se arrepiente de un whisky de Julia Mariana Sánchez (Rosario, 1979): Una mañana, el narrador recibe la llamada de un excompañero de trabajo, a quien hace un año que no ve. De la turbadora charla afloran viejas emociones.
Paper kid de Leonardo Berneri (San Lorenzo, 1991): Un grupo de jóvenes, bajo la prédica de un maestro, se ejercita en el arte de plegar papel. Participan de una competencia de vuelo de avioncitos en los Estados Unidos y uno de ellos tiene la desgracia de ganar.
Perdón por no ir de Delfina Medicina (Rosario, 2002): Una serie de pantallazos intimistas, cargados de percepciones, sensaciones y sentimientos que remiten a conflictos interpersonales.
Una calcomanía en el ataúd de Oscar Ayala (Rosario, 1985): Un trabajo fácil en el que nada sale bien, narrado con la crudeza y los códigos de la intensa dinámica callejera.
Voz de vaca de Ernesto Gallo (Resistencia, 1997): Un viaje de padre e hijos al campo, donde el malestar se desprende de la puesta en el acto de las lógicas de transmisión, herencia y continuidad familiar.