Se realizó el tercer taller de construcción natural en el centro de convivencia junto a vecinos y vecinas. El espacio cuenta con distintas actividades de lunes a viernes.
En el noroeste de la ciudad existe un espacio que invita a rosarinos y rosarinas a aprender sobre saberes ancestrales, volver a conectarse con la naturaleza y con los elementos que ella provee. Ese espacio es el CCB Espacio 11 La Tierrita ubicado en Burucuyá 951 bis (Provincias Unidas y Juan José Paso).
Este martes 14 de enero, se realizó el tercer Taller Minga de Construcción Natural para levantar paredes de barro en el que participaron vecinos y vecinas de la zona pero también se acercaron personas de otros barrios de la ciudad. La iniciativa promueve el aprovechamiento de materiales y recursos para viviendas respetando el medioambiente.
Las treinta personas que participaron llegaron con ropa cómoda, y entre charla y charla pusieron manos a la obra. En la jornada, que comenzó a las nueve de la mañana, aprendieron nociones básicas de bioconstrucción, construcción de la estructura principal (madera) y técnicas de levantamiento de paredes de barro.
Silvina Abaroa, coordinadora del lugar, explicó por qué al taller lo denominan «minga». Minka o minga es un vocablo quechua que refiere a la tradición precolombina de trabajo comunitario o colectivo voluntario con fines de utilidad social o de carácter recíproco. Se trata de una forma de colaboración desinteresada de los vecinos para levantar la cosecha, construir una casa o realizar cualquier obra solidaria.
«Las personas que participaron son de la comunidad del barrio pero también la invitación estuvo abierta a toda la ciudadanía. En el espacio se encuentran personas que realizaron un viaje bastante largo para llegar hasta acá y otras vinieron caminando. Desde distintas realidades, la idea es trabajar en común con lo que nos hermana, que es justamente la madre naturaleza. Como espacio tenemos como lema reconectarnos con ella, y eso es lo que vivenciamos en este tipo de jornadas», aseguró la coordinadora.
En esta tercera edición, se continuó trabajando para avanzar en la construcción de la habitación que poco a poco va tomando forma. «Es un espacio privilegiado que se va a utilizar para continuar con otras actividades como es el moldeado de cerámica y también el amasado de lana de oveja con la técnica de fieltro. La idea es que este tipo de construcciones se puedan replicar con los vecinos y vecinas para que se animen a realizar sus propias construcciones. También el espacio tendrá una estufa natural», dijo Silvina.
Este taller forma parte del Ciclo de verano en conexión pasionaria. El título se debe al nombre del pasaje, Burucuyá o flor de la pasionaria. Las plantas también son fundamentales en La Tierrita, ya que trabajan en conjunto con los médicos de los centros de Salud de la zona con plantas medicinales y otros saberes que acercan los vecinos. Las actividades durante el verano son de lunes a viernes, y cada día hay una propuesta en particular.
Además, en el marco del taller hubo un encuentro comunitario de intercambio de saberes ancestrales y sobre los beneficios de la comida saludable. Siguiendo esta línea, el almuerzo que compartieron estuvo hecho con las verduras orgánicas de la huerta que se encuentra en el patio de La Tierrita.
«Cuando hablamos de saberes ancestrales nos referimos a lo que nos conecta con nuestros orígenes. A este lugar van llegando no solo rosarinos sino también quienes han habitado otras provincias en el norte: de Chaco, Jujuy, Salta, de otros países como Paraguay, y de pronto llegan con saberes y en este espacio pueden compartirlo, ese saber los dignifica», contó Silvina.
Las manos continuaban llenándose de barro para construir ladrillos pero al mismo tiempo dentro de la cocina, un grupo de mujeres hacía dulces caseros. Ese es el espíritu de La Tierrita, todos trabajan en conjunto, con distintas tareas pero con un mismo objetivo: compartir. Desde el espacio tienen la intención de que cada uno aporte un saber, que todos sumen conocimientos.
Rafael Blanco vive en Pellegrini y Avellaneda y se enteró de la jornada por su cuñada que trabaja en barrio Ludueña. Contó que hace tiempo buscaba un espacio así para compartir en comunidad. Con las manos embarradas y muy contento, Rafael dijo sobre la experiencia: «No conocía el espacio, en este taller aprendí sobre bioconstrucción pero también me pareció bárbara la conexión que se genera con personas que no conocía, con la gente del barrio. Más allá del aprendizaje técnico, me llevo la conexión con el resto de los participantes. Tengo tres hijas y mi idea es traerlas a este hermoso espacio para que ellas puedan vivir esta experiencia».
Luego, cerca del mediodía y después de horas de trabajoo, se armó una ronda en la que agarrados de la mano, agradecieron el tiempo compartido.
Taller sobre Saberes Ancestrales
Melina Bruno es la profesora de cerámica en La Tierrita. Llegó al espacio como tallerista del programa Nueva Oportunidad y conformó junto a otras personas, un nuevo taller denominado Saberes Ancestrales que reúne bioconstrucción, cerámica y fieltro. «Lo que hicimos con los y las jóvenes fue un proceso de tratamiento de la tierra, de buscarla, procesarla, armar la pasta cerámica, el modelado, y el horneado de las piezas. Esta es la parte técnica, pero también se fueron dando otras cosas en conjunto con los otros saberes, porque la idea es trabajar articuladamente», contó.
Puntualmente en el taller trabajan con la cerámica chaná. «Los chaná son el pueblo originario que habitó nuestro zona en el momento de la llegada de los españoles. Creemos que esta información no es tan conocida e intentamos hacerla conoce. Son nuestros ancestros, aunque tenemos descendencia de otros lugares, quienes vivieron en este territorio dejaron su huella», manifestó Melina.
En La Tierrita aseguran que el interés sobre los saberes ancestrales es creciente y que notan que cada vez hay más personas interesadas en estos conocimientos. «Estas propuestas tienen mucha aceptación, los efectos que producen son muchos más de los que nosotros podemos planear. El objetivo siempre es que compartamos saberes e incluso descubrir aquellos que teníamos olvidados. Lo que buscamos es sumar vínculos, cooperación, comunidad y consideramos que esa es la mejor manera de llevar adelante este espacio», agregó.
Por su parte, Yanina Ozuna tiene 25 años y asistió al taller de bioconstrucción. En junio del año pasado comenzó con el de Saberes Ancestrales y de esta manera, conoció el espacio. «Durante el año aprendimos un montón de cosas, sobre técnicas con cerámica y fieltro con lana de oveja por ejemplo. Me anoté porque me parecía interesante aprender estos conocimientos. Me encanta trabajar con las manos y las manualidades, por eso no lo dudé», contó y aseguró que en el taller conoció a distintas personas y que además de aprender disfrutan del tiempo compartido.