Por: Lic. Lorena Macía
Una vuelta más para decidir quién va a ser nuestro presidente, fue la suerte que deparó en nuestro país las votaciones el domingo 22 de octubre. Todo deja ver, que polarizaron las propuestas sistema y antisistema. Un aparato político tan fuerte como el peronista, descripto por Pepe Mujica, ex presidente de Uruguay (2010-2015) como “animal mitológico que tiene vida” versus “el que se vayan todos” con el símbolo de una motosierra, lograron estar en los más elegidos para la disputa final.
El primer lugar obtenido por el peronismo en la primera vuelta, abre un nuevo e inesperado escenario político en Argentina. Massa tendrá que mantener a flote la economía, que dirige como ministro, si pretende sumar los votos que necesita para ganar tras el 36,7% que sumó este domingo, y el ultra Javier Milei (30%) deberá reacomodar su discurso para hacerlo digerible a un electorado que lo considera un peligro para la democracia con el propósito de llegar al 19 de noviembre próximo, nuevo día de votación presidencial.
El botín a repartir es sobre todo el que pertenece a Patricia Bullrich, la candidata de la derecha tradicional que quedó tercera, con el 23,8% de los sufragios, dejando reflejar como esa alianza entre radicales, pro y otros, obtuvo un certificado de defunción para el PRO.
El juego empieza de cero, las dos opciones, las dos instancias, los dos candidatos, Milei identificando a su contrincante como kirchnerista y Massa que se despega del kirchnerismo haciéndonos recordar que en 2015 compitió contra ellos, iniciando el domingo a la noche ya la campaña de ambos, por ejemplo Massa, quien se mostró sin ningún referente, ningún sindicalista, ni nombrando a Kicillof y apoyándose en el concepto de “familia”, llamando a un gobierno de “Unidad Nacional” como también Milei, a su vez, llamó al electorado de Bullrich, muy difícil de digerir para ellos, después de haber recibido tantas acusaciones hacia Patricia Bullrich cuando la acusó de montonera, manifestándose a su vez, contento por ser una fuerza nueva en país.
Solo un voto es suficiente para ganar el balotaje, el votar en blanco, no va a significar en el resultado final, quizás un candidato haya quedado mejor parado que otro, puesto que su campaña da lugar a mayor capacidad de articulación con otros partidos, mientras que el contrincante fue tantas piedras que tiró, que le va a resultar más difícil recolectar votos ya que maltrató en demasía a distintos sectores políticos. Ambos igualmente quedaron lejos del 50% necesarios para dar un veredicto estimativo, con el transcurrir de los días, más el debate previsto para el 11 de noviembre, estarán sujetos al ánimo volátil del electorado, puesto que, no se vio pertenencia partidaria a la hora de votar, y a los acuerdos políticos que van a ser necesarios para gobernar el país.
El sistema democrático funcionó, que no es poco, a 40 años de democracia, con un escrutinio transparente y sin ningún conflicto, con un porcentaje alto de participación, cercano al 70 por ciento. El rechazo a la corrupción, a la ineficiencia del Estado, la devaluación del peso, no prevaleció en la decisión del votante, que desilusionado de la actitud soberbia de creer que dividiendo ministros estaba todo resuelto, como también, quien con pérdida de prudencia generó un sentimiento de miedo que se le vino en contra, dejó a Massa con el mayor porcentaje.