Irrumpió en una actividad dominada por hombres y se ganó su lugar a pura pasión. Tiene 20 años, es oriunda de Sanford, decidió ser jocketa e hizo del Hipódromo de Rosario su lugar en el mundo.
La vida le salió al cruce con los caballos de carrera y ella eligió jugársela cada vez que tuvo la oportunidad de subirse a una pequeña silla de cuero que apenas la contiene. Entonces, viaja sostenida en un par de pedacitos de aluminio y plástico llamados estribos. El caballo, en general, es una pasión argentina, y el pura sangre se metió en la cultura popular atravesando las capas sociales desde su origen como deporte de los reyes, hace más de dos siglos.
Y así como ya no es tan nítida la diferencia que en los hipódromos marcaban las tribunas -oficial, pelouse o paddock, popular-, también es borrosa la vieja ubicación machista. Ese entretenimiento reservado a hombres que se imponían en la familia para hacer lo suyo el domingo -la opción era el fútbol- hace rato incorporó a las mujeres. Y no sólo como espectadoras.
Ese es el caso de Graciela María Calderón, una joven de solo 20 años que nació entre los caballos y considera al Hipódromo de Rosario como «su lugar en el mundo”. En un sector deportivo profesional en el que la presencia masculina es mayor, como es el turf, la jocketa oriunda de Sanford, un pequeño pueblo del sur de Santa Fe, consiguió destacarse sobre todos. Con sus 46 kilos de peso y 1,65 metro de altura, es capaz de dominar a un pura sangre de casi 600 kilos a más de 60 km/h., además de llevarlo a la victoria.
A pesar de su juventud, Calderón ya corrió 49 carreras oficiales, 11 extraoficiales y logró la victoria en 5 ocasiones. «En mayo va a hacer un año que empecé a competir. Es un deporte muy lindo, y a pesar de que es un ambiente de muchos hombres, la mujer tiene su lugar y hay que hacerse valer. Así me gané mi lugar «, afirmó.
“Tenía cuatro años cuando mi abuelo me empezó a subir en un caballo manso que teníamos, ahí me gustó y busqué el acompañamiento de mi familia”, explicó la corredora, quien entrena lunes y viernes en Rosario, compite los domingos y compagina su trabajo con el cuidado de 9 caballos en su ciudad natal.
“Mi papá fue siempre cuidador y mi abuelo también; le comentaron que había una escuelita de jockey municipal en el Hipódromo de Rosario y, aunque se me complicaba porque estaba cursando quinto año, hablé con los responsables de la escuela y me aceptaron bien”, contó.
La historia de la joven jocketa se convirtió en fuente de inspiración de otras corredoras que quieren seguir sus pasos. “Es una adrenalina muy linda, montar un caballo es como volar”, expresó. Y cerró con un mensaje por la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, que tiene lugar este 8 de marzo: “Ojalá mis palabras les lleguen a muchas y si hay alguna chica que quiera, que se anime, es un deporte hermoso. No hay explicación posible”.