La institución de Parque Casas es un núcleo contenedor para el barrio. “Apuntamos a que los chicos aprendan jugando, que todos se apropien y cuiden este espacio”, dijo el tesorero.
Fue refundado el 30 de mayo de 1996 bajo el nombre Club Social y Deportivo Defensores de América. Pero para gran parte de la barriada siempre será Prensycor o, simplemente, la canchita Herrera. La institución está anclada desde hace más de medio siglo en Washington y Casiano Casas y es una fuente histórica de contención para los vecinos de un amplio sector de la zona norte.
El fútbol infantil es la única disciplina que ofrece. Pero para los directivos hay una línea innegociable: no buscan resultados deportivos, sino que hacen eje en la integración colectiva y solidaridad. “Apuntamos a que los chicos aprendan jugando y que todos se apropien y cuiden este espacio, que es muy especial para los que somos del barrio”, afirmó Cristian Strembel, tesorero de la institución.
Respeto, solidaridad y crecimiento
“Queremos que los chicos formen grupos, sociabilicen y sean solidarios. Les inculcamos que somos todos iguales. Debe haber respeto dentro y fuera del predio. Si aprenden eso les irá bien en la vida”, agregó Strembel.
La mayoría de la gente que llega al club vive frente al ‘Defe’, por avenida Casiano Casas. Para ellos, el respeto y el trabajo no se negocian jamás. “A más de uno le hemos tapado la boca. La mayoría de las familias son excelentes, gente de bien que vive del día a día poniendo el lomo”, puntualizó Strembel.
No sólo se trata de correr
«No corro detrás de una pelota, corro detrás de mis sueños», es la frase que resalta en una de las camisetas que luce uno de los chicos mientras entrena. Es el fiel reflejo de la esencia que envuelve a cada pibe de esta zona.
Defensores de América congrega a unos 100 chicos. Ellos son el motor del club. ¿Cómo logran subsistir? Con un abono mensual de 200 pesos. “Eso sirve para abonar los servicios fijos como luz y agua. Cuando jugamos de visitante alquilamos un colectivo y a los chicos no se les cobra”, relató Strembel.
El tesorero además afirmó que “después de los partidos se les daba una merienda. Trabajamos pensando en los chicos. Dinero que entra está destinado a ellos porque es el capital más importante que tenemos”.
Hace unos meses el club logró comprar 40 pelotas, conos y otros materiales por intermedio de una chica de la zona que siempre colabora con la institución. Además, con algunos aportes extras, el rojiblanco le brinda herramientas de trabajo a los infantiles.
El tesorero que se formó en la canchita
“Mi historia se remonta a la niñez. Tenía cinco años cuando comencé a jugar a la pelota acá. El club se llamaba Prensycor, por una fábrica de prensado y corte de chapas, que ayudaba a la barriada dándole trabajo a todos y colaborada con el club para que los hijos de los obreros tuvieran un lugar seguro para jugar. Nací, crecí y vivo en este barrio. Tengo una relación fuerte con este espacio. Sigue siendo como el patio de mi casa. No solo para mí sino para todos los que somos de los alrededores”, confesó Cristian Strembel.
“Y empecé a involucrarme más cuando traje a mi hijo a entrenar. Veía cómo estaba el lugar y me daba pena. Siempre les inculqué a los chicos que vengan, jueguen y se sientan como en sus casas. Por eso me fui metiendo cada vez más”, sostuvo el directivo.
“Arranqué colaborando con los profes y luego agarré una categoría para dirigir. Y con algunos padres buscábamos la manera de aportar ideas de manera permanente porque tenemos un club hermoso, un lindo predio. Lamentablemente el club, por una cosa u otra, nunca estuvo en las condiciones que realmente debería estar. Es una lástima porque este espacio es grande y se pueden hacer muchas cosas. No sólo para los que vienen a entrenar sino para el resto de la sociedad barrial”, deslizó Cristian.
Tras recordar que hace alrededor de 3 años la comisión directiva «decidió dar un paso al costado», y como no había quién se hiciera cargo, convocó a una reunión de padres porque «no podíamos permitirnos que esto desapareciera. Es parte de nuestras vidas. Y ahí nomás todos dijeron que estaban dispuestos a ayudar», recordó.
A remarla por los pibes
“Hicimos una venta de pollos para poder fichar a los chicos porque había algunos que no podían afrontar los gastos o no tenían cómo moverse para ir a firmar. Todos hicimos un gran esfuerzo, y lo logramos”, sostuvo Strembel.
Luego contó que “dos padres tenían auto y llevaban a los chicos para ficharlos. Yo los esperaba en la sede de la Liga Nafir con el dinero. Hicimos una linda movida. Arrancamos a los ponchazos, pero felices porque todos los niños pudieron firmar”.
Después llegó otro desafío. “Nos organizamos para juntar fondos para comprar los juegos de indumentaria. Quienes jugamos acá sabemos que en nuestra época esperábamos a que terminaran los partidos los otros chicos para que nos dieran las camisetas. Era lo que había. Hasta con camisetas negras jugábamos cuando los colores eran en ese entonces verde y blanco”, recordó el tesorero.
“No queríamos que eso sucediera de nuevo. No deseábamos que los chicos se sientan menos que nadie. Debían tener su propia ropita. Por eso armamos distintas acciones para recaudar fondos. La gente colaboró, con mucho esfuerzo por cierto, pero logramos el dinero para comprar camisetas”, contó feliz.
“Hicimos un evento de presentación. Armamos una gran mesa con copetín, gaseosas y jugos para los chicos, que fueron desfilando mostrando los equipos. Para muchos podrá ser algo mínimo o no representar nada. Pero para nosotros es algo muy especial porque logramos todo con muchísimo esfuerzo y dedicación”, narró Cristian.
La fiesta de entrega de trofeos fue especial. “Conseguí que viniera a fines de 2018 la banda musical de la policía provincial. Tocaron el himno, que fue algo muy emotivo. Se llenó el club. Otra cosa linda que vivimos es que vino gente de entre 50 y 60 años, que de chicos ellos también jugaron acá. Fue algo muy fuerte desde lo emocional. Los miraba y se me caían las lágrimas… esto es nuestro. De todos los que nacimos y somos del barrio”, expresó.
El club pudo regalar dos años seguidos bicicletas a los chicos que pasaban a cancha de once. En una temporada incluso contrataron un robot lumínico, magos y un carrito pochoclero para los chicos, “quienes son los verdaderos protagonistas”.
Mejoras internas y una mano a la barriada
Junto a varios padres acomodaron el bufet, ya que no había nada. “Compramos heladeras, exhibidoras, hornos, cocina. Pusimos el piso y también hicimos mejoras edilicias”, contó Strembel. “El club es todo. Por venir a reuniones hemos dejado de trabajar o estar con nuestras familias. Tenemos un sentido de pertenencia y amor muy grande por este club”, acotó.
“Hacíamos la copa de leche para los chicos, pero desgraciadamente se cortó por la pandemia”, explicó con impotencia el tesorero, quien además remarcó que “los comercios vecinos nos daban todo”.
Cristian señaló también que el club hizo ollas populares en varias ocasiones debido a la crisis que generó el Covid. “Una vez tuvimos que cocinar tres veces. Hicimos 450 raciones de comida, todo a pulmón. Vecinos y amigos que necesitaban una mano, se la dimos con placer”, dijo.
Proyectos en mente
Hace unos años, Defensores de América fue noticia por hechos policiales y no por el cálido abrazo contenedor que ofrece día a día a la pibada del barrio. Desvió el eje, la real esencia del club. Sin embargo, se puso de pie y sigue recibiendo a los chicos.
La institución cuenta con un gran espacio físico. Además de las dos canchitas del baby fútbol, la elaboración de un amplio bebedero, el renovado bufet y la construcción de nuevos vestuarios, la directiva tiene en mente varios proyectos a concretar en un futuro no muy lejano.
“Queremos ser más que un club de fútbol. Contamos con una amplia instalación que puede ser muy útil para los vecinos y colegios de la zona. Todavía tenemos en algunos lugares alambrados, pero si tuviésemos la posibilidad de reemplazarlos con paneles, los chicos de los jardines y escuelas que están a menos de una cuadra podrían venir para hacer múltiples tareas, entre ellas gimnasia”, expuso.
Además proyectan ofrecer el día de mañana fútbol de salón, hockey y vóley para las chicas. “Esta canchita siempre estuvo al servicio de los colegios. De hecho, cuando iba a la primaria veníamos a hacer la actividad física. Este lugar es de todos. Queremos que los chicos y chicas del barrio vengan y sientan este espacio como propio. Nosotros aprendimos a querer este club jugando acá. Esto nos representa en gran parte porque es nuestra querida canchita”, terminó diciendo Cristian Strembel.