La entidad de barrio Belgrano fue recuperada por familiares de los fundadores para mantener vivos los valores que le habían dado comienzo.
Nació por obra y tenacidad de un grupo de jóvenes con el objetivo de compartir un momento luego de la jornada laboral. Fue así que el 30 de enero de 1945 fundaron el club Pampa en barrio Belgrano. El tiempo fue carcomiendo aquel pujante contexto social y económico de los 50. Las crisis azotaron sus puertas. La resistencia hizo lo suyo. Pero en 2017 una clausura forzada provocó la reacción. “La institución no estaba bien. Tenía problemas. A eso le sumamos que una persona quiso instalarse bajo el argumento de ayudar a través de una fundación. Eso no era claro y sano para el espíritu de este lugar. Por eso armamos una lista entre amigos y familiares, y desde fin de 2018 somos responsables de que este espacio siga de pie”, relató el presidente Maximiliano Klanjscek.
“Todos los integrantes de la comisión directiva tenemos un vínculo directo con este lugar”, acotó Klanjscek, y agregó con la mirada nublada por la emoción: “Mi abuelo José fue uno de los fundadores y hoy siento que está acá”.
Pampa es un particular club de barrio que vivió una época de esplendor, una historia con similitudes a la que cuenta Campanella en Luna de Avellaneda. Allí, lo social y deportivo hablaban el mismo idioma. Y tal como tantas instituciones, el club se fue trasladando primero de calle Pampa (de ahí su nombre), luego a Chubut, para finalmente emplazarse donde se encuentra aún, en Garzón1462.
Los vaivenes económicos del país, sumados a otros factores, lo pusieron al borde de colapso pero nunca claudicó. Siguió latiendo por la fuerza y empuje que le inyectaron los vecinos. “Este espacio tiene lazos muy fuertes y directos en cada uno de los que hoy en día conformamos la comisión directiva. Todos hemos festejado acá un cumpleaños, un bautismo, una comunión o casamiento de algún familiar. Estamos muy arraigados”, relató Klanjscek.
Maxi recorre de memoria el rectangular salón donde una mesa de casin y una de pool son las referentes de un espacio en el que habitan historias y nostalgias: “Estas mesas son las mismas en las que jugaban nuestros abuelos, quienes fundaron este club”.
“Antes había fútbol. Pampa dejó huella en los grandes torneos barriales de Rosario y por eso tenemos varios trofeos”, afirmó con orgullo.
“Todo se levantó a pulmón. Por eso para nosotros es más que una pared, un piso o una ventana de madera. Todo fue construido por los mismos socios en los 50. El esfuerzo de los vecinos de la época se refleja en todo lo que vemos”, relató Klanjscek y recordó: “Mi abuelo tenía 90 años y seguía viniendo todos los días. No le entregaba las llaves a nadie porque decía que siempre debía hacer algo. Me parece verlo ahora, dando pasos lentos y ayudado por un bastón porque sus piernas no le permitían moverse solo. Era su espacio. Se lo veía disfrutar y ser feliz”.
La historia se consumía entre pasión y realidad. Hace unos años, en el marco de una crisis muy aguda, recibieron un proyecto que sintieron que ponía en peligro la existencia y real esencia de Pampa. “A lo largo de la historia hubo gente honesta que siempre buscó el progreso. Pero en cierto momento el club no la estaba pasando bien. Y es ahí donde decido participar de lleno. Fue por mi abuelo en realidad. Sé lo que representa esto y no quería que se esfumara tanto esfuerzo y sentido de pertenencia por una persona ajena”, narró.
Klanjscek no dudó en actuar cuando el club lo necesitó: “Hace tres años nos enteramos que había una persona que quería hacer de este lugar una especie de fundación y ahí abrí los ojos. No me permitiría que eso sucediera. Sobre todo por la memoria de mi abuelo. Eso no podía ser porque un club debe estar dirigido por un presidente y avalado por la comisión que elija la masa societaria. Por eso se generó una clausura forzada. Eso nos obligó a poner los papeles en regla y ahí fue otra cosa. Desde Deporte de la Municipalidad nos acompañaron en todo momento y asesoraron hasta tener una normalización. En el medio de todo esto estuve un año y medio visitando a vecinos y comentando la idea de reabrirlo. Se sumaron muchos y así fue que encaramos las urnas con mi apellido a la cabeza”, deslizó el actual presidente.
Desde diciembre de 2018, Maxi junto a otros vecinos tomaron la conducción del club y abrieron la insitución al barrio. “Debo admitir que cuando abrí las puertas por primera vez como presidente, sentí que había ayudado de mi abuelo. Sabía lo que él quería. Deseaba que esto siguiera abierto. Por eso, salvando a Pampa como lo hicimos, con la ayuda de muchos amigos y vecinos, siento que mi abuelo sigue acá”, concluyó Klanjscek, quien por esas cosas del destino terminó construyendo su casa “en aquel terreno donde se fundó Pampa”. Sí, allí donde comenzó la historia de un club que hoy sigue en pie por obra y arte de un grupo de almas con lazos de sangre vinculada a los fundadores.