En una causa que contó con la participación de la Secretaría de Derechos Humanos como querellante, pese a las pruebas producidas en el debate, el Tribunal Oral Federal Nro 2 de Rosario -por mayoría- absolvió a todos los policías acusados de la desaparición forzada, tortura y muerte del joven.
El martes 18 de julio, en un fallo por mayoría, los jueces Eugenio Martínez Fererreo y Ricardo Vázquez absolvieron a los 19 policías imputados por la privación ilegal de la libertad, tortura seguida de muerte y desaparición forzada de Franco Casco, ocurrida en Rosario en el 2014.
Para la Secretaría de Derechos Humanos, que actuó como querellante en la causa y pudo constatar la prueba producida, fallos como este legitiman la violencia policial e incentivan la repetición de estos hechos, donde fuerzas de seguridad detienen a jóvenes pobres por portación de rostro, los torturan y –cuando “se les va la mano”- los matan.
Durante el juicio, se pudo acreditar que Franco fue detenido por “averiguación de antecedentes” pero su ingreso no fue registrado por los policías. Además, los testigos que estaban aquel día detenidos en la misma Comisaría 7ma de Rosario dieron cuenta de que escucharon la tortura de los policías a Casco. En ese sentido, se exhibió la fotografía que le fue tomada al joven en la misma Comisaría, en la cual se lo ve golpeado y mojado.
El testigo D.O.N. relató que esa noche se escuchaba que el joven pedía agua, que le dolía, que le pegaban. Y recordó que tiraron baldazos de agua. Por su parte, el testigo M.O.N. afirmó que esa noche se escuchaban muchos gritos fuera de lo normal, gritos de un pibe que decía basta, y después no se escuchó más nada.
C.A.O. relató que escuchó gritos desgarradores de alguien a quien le estaban pegando mucho. Pedía a gritos auxilio, que en la comisaria era normal escuchar los gritos, que le pegaran a gente. También dijo que los golpes duraron un buen rato, hora, hora y media. Le pegaron y se escucharon gritos, al rato volvieron a pegar. Fueron dos veces que se interrumpieron en dos lapsos. Pararon y después no se escuchó más nada, silencio total, y al rato discusiones entre ellos, los policías.
En igual sentido testificó P.D.A., quien recordó a Franco, que le tiraron agua, que estaba gritando y después no se escuchó más, que dejó de gritar. A esos gritos de Franco los vinculó con un maltrato, con golpes. Que entraron en dos oportunidades a golpearlo, que los golpes más certeros o firmes fueron en la segunda vez porque después no se lo escucho más.
Y así otros testigos más que fueron internos de la comisaría y que resultaron coincidentes en la tortura a Casco, como lo expuso el testigo J.E., quien contó que se asomó a la reja y les dijo a los policías que lo dejaran de golpear, que no podía soportar que lo torturaran, que lo sacudieron por todas las paredes, lo golpeaban exageradamente, y el muchacho decía que le dejen de pegar y este chico gritaba demasiado, que no podía dormir por los golpes. Estos mismos testigos, algunos con varias entradas a la Comisaría 7ma, afirmaron que eran comunes los golpes a los detenidos.
En esa misma línea, se realizó un informe pericial odontológico del cual surgió la pérdida de tres piezas dentales de Casco mientras estaba con vida, compatibles con trauma.
Sin embargo, a pesar de la prueba y los testimonios tan exactos, dos de los tres jueces del Tribunal avalaron tales conductas con una absolución masiva de todos los imputados.
Por su parte, el juez Otmar Paulucci, en minoría, entendió que correspondía condenar a tres de los policías imputados por el delito de privación ilegal de la libertad y torturas seguidas de muerte, a la pena de prisión perpetua; mientras que otros nueve debían ser condenados por encubrimiento agravado.
La Secretaría de Derechos Humanos acompañará las instancias recursivas correspondientes a fin de continuar en la búsqueda de Verdad y Justicia para que hechos como estos no se repitan.