*Por: Lorena Maciá
La cantidad de candidatos para estas elecciones son como una especie de humo cuyas partículas atomizan el aire sin dejarnos respirar bien ni ver, aunque no tengan mucho que mostrar en realidad, pese a los intentos de exponerse diferentes, parecen tóxicamente todos iguales. Circunstancias por las cuales no se escuchan propuestas de solución, los diagnósticos los conocemos todos, con un divorcio abrumador entre la futura dirigencia con las principales preocupaciones ciudadanas.
Además de ver un Estado ajeno en la prevención de la seguridad, que fracasó de una manera contundente cuando se vio a miles de manifestantes que celebraron el triunfo argentino, en el último mundial de fútbol, en el cual no hubo muertos ni balaceras y donde la seguridad, que estuvo a cargo de los ciudadanos, funcionó perfectamente; deja percibir que ya no se aceptan promesas, ni cambio de camisetas, tampoco que se enfrenten en los medios y después se los vea tomando un café juntos. Presentarse tantos candidatos tiñe a la idiosincrasia ciudadana, no sabemos si están buscando un laburo porque escasea en esta ciudad o realmente está la vocación de servicio en la lucha por un mundo mejor.
Por lo tanto, advertir esa lejanía entre la sociedad y la dirigencia política es un grave problema, porque sin política, no nos podemos organizar para salir adelante. Podemos organizarnos para sobrevivir en una marcha, pero no para que la Argentina baje la inflación por ejemplo. Sin dudas, ese fastidio ciudadano es la expresión más clara del disvalor de la representación política a los ojos del elector. El mayor problema radica, precisamente, en que la forma está desplazando el fondo. Alguien que hace promesas insustentables, que dice que va a hacer cosas que no puede hacer, que se autopromociona es una feria de vanidades.
Entonces hoy parece quedar claro que la gobernabilidad ya no depende de quién gobierne, sino de cómo somos gobernados para que haya un punto de inflexión en la historia recurrente del encanto al desengaño. La confusión además radica en ¿por qué no precisa su plan de gobierno así nos enteramos todos de cómo lo va a lograr? acaso alguien podría esperar lo contrario: que va a darlo todo en pos de un país ¿peor? La cosa funciona mal, pero funciona. Emprender el doloroso camino de hallar una salida para los dilemas, es subir del pozo pero en grupo, expresando, atendiendo y tratando de resolver con empatía y seriedad los problemas e intereses del conjunto sin que se nos impida tener esperanzas. Es necesario comprometerse desde el lugar que cada uno ocupa. Parece trillado pero nadie se salva solo.
Los países, a diferencia de las personas, no se mueren, padecen eternamente.
*Lic. Periodismo y Post Comunicación.