Robert «Slide» Rocha se perfeccionó en el taller de Villa Hortensia y hoy cumple el sueño de vivir de lo que le gusta: enseñar a chicos, casa por casa.
Robert “Slide” Rocha tiene 53 años y vive en Nuevo Alberdi, su pasión por la música nació junto con el, pero el sueño de vivir enseñando lo consiguió gracias a que logró perfeccionar su técnica en el taller de guitarra de Villa Hortensia.
Robert vive en una casa que construyó con sus propias manos y desde allí se traslada en bicicleta para poder dar clases a los 12 alumnos a los que enseña hoy: “Voy casa por casa, tengo alumnos en Parque Field, en Cristalería, en Nuevo Alberdi y hasta en Pérez”.
De porte rockero y con una remera de The Beatles, Robert habla con una serenidad envidiable, es fan de los cuatro de Liverpool y de Soda Stereo. Cuenta que a los 7 años lo convocaron a jugar al fútbol en un club de Buenos Aires, y junto familia se instalaron allí por unos años: “Llegué a jugar en la reserva de Independiente, era muy bueno, y todos me decian que tenia mucho futuro, con el futbol conocí el Maracaná (Brasil), viaje a Perú y por todo el país”.
Pero en la adolescencia el amor por una mujer lo devolvió a su ciudad natal, tuvo que elegir, y eligió el amor, dejó el fútbol, Buenos Aires, su familia y se instaló en la casa de una tía para estar cerca de su novia. Aunque la relación duró apenas un año y algunos meses, el se quedó en Rosario para siempre.
Trabajó en una cochería y estudió, se recibió de preparador físico y se convirtió en un fiel seguidor de las bandas de rock rosarinas.
“La música para mi es todo, la música te salva la vida, muchos me preguntan si no me arrepiento de haber dejado el fútbol en aquel momento y yo se que no, porque hice lo que me hacía feliz” asegura.
En su caso, la música es una herencia de su padre, que cantaba y tocaba la guitarra, se acuerda cuando sonaba Elvis en el tocadiscos de su casa, y para él desaparecía el resto del mundo.
Robert siempre hizo música, compone y hace sus propias letras: “Durante mi vida toqué en plazas, muchos bares y hasta en el Anfiteatro, toqué con 3 personas y con 300, yo siempre me entrego el 100%, no importa cuantos sean del otro lado”, remarca.
Haciendo memoria, reconoce que hubo un momento en su vida en que sintió que debía jugarse la última carta para empezar a vivir de lo que le gustaba, se anotó en los talleres de guitarra de la Municipalidad, empezó en el Club Sparta (Maciel 1235) y más tarde se sumó al de Villa Hortensia (Warnes 1917). Allí perfeccionó su técnica, se enfocó en la formación pedagógica y comenzó a “hacer prácticas” con sus mismos compañeros.
“Hoy por hoy vivir de la música es difícil, pero yo vivo de esto porque lo logré, y lo logré porque le metí ganas, le meto horas y horas y estoy aprendiendo al lado de un gran maestro», haciendo referencia a su profesor del taller, Hugo García.
Robert es budista y esa fuerza espiritual se siente cuando entra en cualquier lugar: “Tengo otra forma de vivir, cuida mi templo, cuido la vida” y con la filosofía de que uno recibe lo que da, agrega: “Yo aprendo mucho de mis alumnos, es un ida y vuelta, a mi me gusta mucho escuchar y trato en lo posible de dar una mano en lo que puedo”.
Entre sus tesoros cuenta con tres guitarras y su compañera, una tortuga, sabe que no necesita más para ser feliz. Se describe a sí mismo como una persona detallista, buen observador que antes de mirar al prójimo mira para adentro, y por sobre todo, dice con mucha humildad que creer ser un ser inteligente porque consiguió vivir de lo que ama.
“Me gusta la libertad, vivo el presente y en equilibrio, ser libre es lo mejor que le puede pasar a un ser humano” celebra, enmarcado por una sonrisa.