El presidente Esteban Siciliano resaltó el sentido de pertenencia que provoca en quienes habitan la zona y el rol clave que ocupan las mujeres en la popular institución de zona norte.
La Biblioteca Amor a la Verdad fue fundada en 1926 en la intersección de Junín e Iguazú y cuatro años después se anexó la parte deportiva. El club terminó llamándose Biblioteca Amor a la Verdad y Deportivo Unión Central pero es conocido como La Carpita. La popular institución de barrio industrial resurgió en el año 2000 por la fuerza de sus vecinos y vecinas. Hoy reluce y es patrimonio de la fiel masa societaria. También es un lugar donde prima el sentido de pertenencia y la igualdad de género. Al menos así lo reflejó el presidente Esteban Siciliano.
La historia reciente marca que desde 2001 hay participación de mujeres en la comisión directiva. “Pero ahora son más y es positivo porque además antes no venían al club. Las mujeres tienen otra mirada, laburan de otra manera y es muy importante contar con ellas”, comenzó relatando Siciliano.
Esteban cuenta cómo llegó a involucrarse con La Carpita: «Quería recuperar el club porque la crisis de los 90 lo dejó tecleando. Trabajamos muchísimo y hoy en día podemos decir que mantenemos vivo el espíritu y amor por esta institución”.
Además de la crisis económica, Siciliano explica que, hacia el inicio del nuevo milenio, el club “quedó un poco acéfalo como muchas instituciones barriales”. Automáticamente surgió la urgencia por colaborar de los vecinos y vecinas del barrio.
“Queríamos involucrarnos de alguna manera. Lo hicimos un poco mediante el futsal. Y así es como fuimos manteniendo toda la estructura hasta que logramos poner la documentación en regla gracias al apoyo de la Municipalidad mediante la Dirección de Clubes de la Secretaría de Deporte y Turismo. Al tener todo formalizado logramos contar con ciertos beneficios como el Plan Abre que nos vino bárbaro”, puntualizó Siciliano quien luce dos tatuajes del club como marca registrada en su cuerpo: uno en el brazo derecho y otro en el gemelo de la pierna derecha.
Esteban tiene 41 años y hace 20 que trabaja en la reactivación del lugar. También busca potenciar la parte social. Desde 2009 preside La Carpita «junto a amigos y gracias al apoyo de muchas personas», un lugar que considera su casa.
“En 2001 arrancamos con el futsal, y hoy aquellos jugadores pasaron a ser los profes de diversas categorías. Ellos les inculcan el amor por el club a los chicos. Cuando veo cómo les hablan o actúan siento orgullo. Sobre todo porque cada uno hace mucho sacrificio para poder dar una mano desde el lugar que ocupe”, expresó el referente de DUC.
Desde afuera se puede ver el frente recién pintado y una moderna iluminación, pero el club permanece inactivo por la pandemia. “Desde hace varios meses estamos cerrados. La situación es crítica y no escapa al resto de la sociedad. Pero a la vez hay que destacar la solidaridad espontánea de los vecinos porque ni bien decidimos encarar una campaña de donación para la gente más necesitada, la respuesta fue casi inmediata”, relató con vehemencia.
“Desde abril a la actualidad repartimos casi 500 bolsones con productos de higiene y alimentos no perecederos a familias de la zona”, afirmó Esteban antes de acotar con cierto orgullo: “No tenemos empleados en el club, pero los chicos y chicas que colaboran se pusieron la campaña al hombro como las demás tareas institucionales. Somos una gran familia de amigos y amigas devenidos a la dirección”.
De los 400 socios y socias activas antes de la pandemia, la mayoría asiste a las actividades de futsal. “Tenemos una escuelita de futsal femenino y un equipo en primera. Vienen muchas chicas, incluso hay ramas de categorías de varones que están a cargo de mujeres”, narró el presidente. Y agregó: “Hay un equipo de trabajo mixto. La comisión directiva cuenta con cupo femenino. La presencia de las mujeres es esencial en este club”.
Otro deporte que ofrece La Carpita sobre la superficie del enorme patio es voley femenino con dos categorías. Mientras que en el salón del primer piso, cuando no hay restricciones por la pandemia, hay zumba, gimnasia deportiva, taekwondo, folclore, tela, y algunos talleres gratuitos de guitarra y escritura que organizaba la Municipalidad. También se está poniendo en marcha un innovador gimnasio “para darle un servicio extra a la barriada”.
Como dato extra Siciliano resalta que: «Los y las profes de las diversas especialidades están haciendo Zoom de manera solidaria. Porque hasta antes de la pandemia les dábamos un pequeño viático, aunque con este parate no pudimos dárselo más. Por eso, la labor que realizan por amor al club permite que sigamos respirando. Sin dudas, tenemos un gran equipo de trabajo y por eso los clubes barriales como este siguen funcionando”. Además el presidente contó que la institución también cuenta con un jardín maternal: «Se llama Conejito Blanco y está en este club desde hace casi 40 años. Lamentablemente ahora la están pasando mal, pero ahí también hay un grupo de profesionales impresionante”.
En el comedor, estilo bodegón, se respira la historia misma del club. Conserva ese resplandor natural que nació en 1926. “Acá nos juntamos y hablamos de todo. Por eso solo puedo decir que, en primer lugar, es un honor y orgullo estar trabajando en este club. Además me crié acá adentro prácticamente. Y en segundo lugar, es una enorme responsabilidad estar al frente de este espacio porque uno está representando a los socios y cuidando a la vez este recinto que es de ellos y ellas. Es más, lo tomamos como nuestra segunda casa”, sostuvo Esteban.
“El sueño es terminar el techo, o sea, cerrarlo totalmente, y hacer un nuevo piso. Con el Colegio de Arquitectura habíamos realizado un proyecto grande que abarcaba nuevos vestuarios, tribuna, terraza, etc. Tenemos los planos, pero por ahora sigue siendo un sueño a cumplir”, cerró Siciliano. Seguramente, pronto, se materializará. Porque si algo logró mantener encendido el club es el sentido de pertenencia que el barrio mantuvo con él desde su fundación.