Colectividades 2021: Jóvenes comparten sus experiencias de participar y transmitir las raíces de su cultura

A las tres las unen tradiciones distintas pero tienen algo en común: que todo lo que aprendieron a través de sus abuelos y abuelas y de sus propias experiencias, no se pierda en el tiempo.

En su edición número 31, el Encuentro y Fiesta Nacional de Colectividades tendrá propuestas gastronómicas y culturales para aprovechar en casa o presencialmente del 19 al 22 de noviembre. En ese contexto, jóvenes que forman parte de las diferentes colectividades participan activamente para compartir las tradiciones de sus familias.

La sabiduría de los mayores

Camila Higa tiene 25 años, nació en San Lorenzo y participa desde chica en la Asociación Japonesa de Rosario, la más cercana a su localidad. «Mis abuelos, tanto por parte de mi papá como de mi mamá, vinieron todos desde Japón en la década del ’30 o el ’40. Mi abuelo paterno eligió San Lorenzo porque ya tenía una tintorería, vio la oportunidad y le pareció un buen lugar para establecerse. Mis abuelos se casaron y tuvieron a mi papá y a mi tío que siguen viviendo en San Lorenzo y continúan con la tintorería, como muchas familias de inmigrantes japoneses», cuenta.

Camila estudió Relaciones Internacionales en Buenos Aires, se recibió y volvió a San Lorenzo, donde son la única familia de inmigrantes japoneses de esa localidad.

«Nosotros a la colectividad le decimos ‘el club’ porque vamos desde chicos, mis abuelos formaban parte de la Asociación, y después mi papá también, creo que ellos tenían un lazo más fuerte todavía. Con mis hermanos nos criamos en ese lugar, somos una gran familia. Los jóvenes que quedamos intentamos mantener a la comunidad, y también participar de las Colectividades nos une entre nosotros, porque después no tenemos tal vez tantos espacios de encuentro. Para mí, en los últimos años y con el tema de la globalización, Japón toma cada vez más relevancia. Y sabemos que hay un gran interés tanto de la gastronomía como con la ceremonia del té o en literatura, por ejemplo. Hay un montón de otros ámbitos donde va ganando relevancia y mayor interés», dice.

A partir de la pandemia los jóvenes ayudan más en la elaboración de la comida ya que antes lo hacía las personas mayores. Ahora aprendieron de ellos y en esta edición tendrán mayor participación en la parte gastronómica.

Sobre los valores de la colectividad japonesa, Camila asegura que si hay algo que la destaca o que sienten que la define son dos cosas. «Una es que trabajamos mucho por lo que queremos, puede ser muy cultural, porque las primeras generaciones como muchos otros inmigrantes vinieron desde cero, entonces el trabajo está muy presente en la comunidad y la segunda es el respeto a los mayores. Es algo que se mantiene bastante, tendemos a respetar las palabras de los mayores. Además que en la comunidad está implícito la confianza, si bien no somos familia, tenemos este sentimiento de confianza porque compartís algo en términos de comunidad, es difícil de explicar».

Y agrega que los adultos mayores poseen sabiduría y conocimientos y que los jóvenes participen en Colectividades implica a su vez un respeto a ellos, un legado que tienen que preservar y cuidar.

Su comida preferida japonesa es el kare raisu, un curry con verduras, aunque sabe que en Colectividades no se vende, por eso elige el yakimeshi que es un arroz frito con verduras.

Los jóvenes como transmisores a las próximas generaciones

Antonela De Lorenzi tiene 32 años y es profesora del grupo Folk Basilicata de Rosario. «Mi abuela es italiana, del sur, de una región que se llama Basilicata, que no muchos conocen y que está pegada a Calabria. Ella se vino después de la Segunda Guerra con su hermana, sus padres no vinieron. Cuando llegó conoció a mi abuelo, que era argentino y se casaron. Trabajaban en la construcción, porque cuando llegaron obviamente no tenían un lugar propio, tuvieron que empezar desde cero. Mi abuela no terminó la primaria, en Italia trabajaba en el campo y era muy difícil el acceso a la educación. Cuando llegó hablaba el dialecto de su región, que también es muy distinto al italiano oficial que se habla en Roma. Tuvo tres hijos y después vinieron los nietos», cuenta Antonela sobre su historia familiar.

«Yo soy de las que más se preocupa por el tema de la colectividad, a veces es difícil convocar a los jóvenes, porque la mayoría de las colectividades italianas son personas grandes, que están hace mucho tiempo y forjaron esos espacios. Recién ahora hace algunos años los jóvenes empezaron a involucrarse un poco más para mantener las raíces de los abuelos y los bisabuelos», agrega.

Antonela entró en la colectividad en 2015, si bien sabía que se ubicaba en calle Entre Ríos y Rueda, siempre por una cosa u otra no tenía el tiempo para acercarse. Desde que se animó quedó enamorada del lugar. «Encima siendo lucana, es decir, siendo descendiente de lucanos, que así se llamaba la región de Basilicata, todos me recibieron con los brazos abiertos porque además de que me interesaba participar en la parte de baile, soy descendiente directa y eso influye. Mucho de lo que hablo con mi abuela lo traslado a la asociación».

Hace once años se creó el grupo de baile. Antonela entró como integrante y en unos años la postularon como profesora del grupo. «Creo que también influyó que soy una persona joven, y traemos nuevas ideas. Incluso ahora hay muchos jóvenes que son parte de la Comisión Directiva y que se involucran en las actividades de la asociación y eso es muy lindo».

A partir de los relatos de su abuela, Antonela conoce de cerca la cultura italiana. «Ella me cuenta que Italia es un mundo aparte al resto de los países. Cada pueblito tiene sus comidas y sus costumbres típicas, siempre me dice que si te movés cuarenta o cincuenta kilómetros cambia todo, tal vez el paisaje es el mismo pero te cambia la forma de hablar por ejemplo. Son muchas culturas dentro de una. Hasta el día de hoy sigo comiendo con mi abuela que son horarios super temprano como se come allá. A ella le costó mucho el tema del desarraigo y, aunque después se casó con un argentin,o sigue manteniendo ciertas tradiciones que también nosotros repetimos. La comida siempre tiene que ser abundante, sigue haciendo dos o tres platos, como se le dice allá el antipasto. La gastronomía es tan importante para una cultura y más para la cultura italiana que por eso se destaca en el mundo».

Participar de Colectividades le llena el alma. «Poder compartir, dividirse las tareas, ayudando, cocinando, entregando pedidos. Lamentablemente desde el año pasado fue todo muy distinto por el tema de la pandemia, nos tuvimos que adaptar a una nueva realidad, creo que todos extrañamos la forma anterior pero siempre nos adaptamos a lo nuevo, tratando de mostrarle al resto de la gente qué es la cultura para nosotros. Sabemos que cuando las personas más grandes ya no estén, somos nosotros, los nietos y bisnietos, quienes seguiremos transmitiendo las tradiciones a las próximas generaciones».

Las pastas y las pizzas son sus comidas favoritas y destaca el calzone como un plato italiano muy sabroso. Además, señala que en la región de Basilicata se acostumbra agregarle un poco de picante. Y obviamente no puede faltar el pan y el queso.

Rosario, una ciudad para cumplir sueños

La historia de Karine dos Santos Amor es diferente. Ella tiene 34 años y nació en Brasilia. Llegó a Rosario en 2014 buscando cumplir su sueño, recibirse de médica. «Muchos de los brasileños que venimos a Rosario lo hacemos para estudiar medicina. El desarraigo nos cuesta cuando llegamos y ahí conocí al Club Argentino Brasileño, conocí a toda la colectividad y tuve la oportunidad de trabajar ahí. Nos recibieron de puertas abiertas y fue una contención muy importante. Tiene muchas actividades y proyectos que permiten que nuestra adaptación sea más fácil», cuenta.

En Brasil Karine estudió turismo, trabajaba en un hotel, tenía una vida tranquila pero dejó todo porque quería buscar su sueño, ser médica. «Para mí fue muy importante la contención de la colectividad, porque una llega sin familia, sin amigos, y la verdad se agradece. Actualmente curso el cuarto año mientras trabajo. Acá me encontré con otras personas brasileñas que estaban en la misma situación y ahora ya somos una familia. Nos hicimos un lindo grupo y nos reunimos mucho para las Colectividades».

Para ella hay un gran interés por su cultura tanto con la comida, la música y el baile. «Sé que hay gente que conoce música que tal vez no es la más popular pero que le interesa conocer más, que escuchan samba o bossa nova. Y la comida también. La feijoada, la caipirinha, noto mucho interés, siempre hay alguien preguntando. De las Colectividades participo casi todos los años ayudando en la cocina, me encanta y es lindo compartir ese momento porque no solo participan brasileños sino muchos argentinos que se interesan en nuestra cultura y eso es muy lindo», agrega. Y cuenta que un plato que le encanta y es muy característico de su país natal es el brigadeiro, que es un postre dulce.

«En Rosario encontramos la posibilidad de estudiar y queremos aportar algo, por eso ahora doy clases en la facultad, porque creo que es una manera de retribuir todo lo que me proporciona la Universidad y la ciudad, como una manera de devolver todo lo que me ofrecen. Sé que algunos años después de que me reciba me voy a quedar, no sé si me quedaré toda la vida pero en el mismo sentido, quiero trabajar acá para devolver los conocimientos que me dieron. Rosario me proporcionó la oportunidad de consolidar mi sueño por eso también siento una responsabilidad».

Lo que más orgullo le da de Brasil dice que es la tolerancia y el respeto a la diversidad cultural. «Por supuesto nos relacionan con la alegría, el baile, las playas pero creo que lo más importante es el respeto a la diversidad cultural porque somos una mezcla y eso es algo lindo para compartirlo», finaliza.