Darío Giusepponi es trabajador de recolección y barrido de Rosario y acaba de recibirse de médico. Desde hace varios años, de lunes a sábados y de seis a doce, camina todos los días 20 cuadras en la zona del parque Independencia barriendo los cordones. En diciembre consiguió su ansiado título.
Darío tiene 37 años y se crió en la zona sur, en avenida Francia y Quintana. En un hogar con un papá taxista, una mamá ama de casa y tres hermanos, donde nunca faltó ni sobró nada. Cuando terminó la secundaria, en el Normal Nº 3, quiso empezar a estudiar Medicina, pero por ese entonces la facultad tenía un examen de ingreso estricto, que lo dejó afuera de la carrera.
En 2011 fue por la revancha. Por eso entonces ya tenía tres años trabajando como barrendero en Lime. «Siempre tuve claro que quería ser médico. Si me preguntan donde quiero pasar el resto de mi vida, pienso en un hospital», afirmó Darío.
Esa confianza y la ayuda del Sindicato de Recolectores, gremio al que agradeció varias veces durante la nota, lo empujaron a seguir estudiando. El martes 6 de diciembre rindió su última materia, pediatría. Fue un día de mucho calor, en un consultorio pequeño del Hospital Centenario, donde se enfrentó con un problema complejo: atender a un bebé de seis meses en condición de extrema vulnerabilidad social. Y lo hizo muy bien.
«Es muy difícil estudiar y trabajar porque la carrera demanda mucho tiempo de estudio y de cursado, los horarios son muy complicados. Yo cursaba en el turno noche pero tenía materias que empezaban a las 12 del mediodía. Es muy complicado, muchas veces terminaba de trabajar y me iba directo a cursar», recordó Darío.
Aun así, tampoco es imposible. «A mí, recibirme me llevó más tiempo que al resto. Varias veces pensé en dejar, pero seguí adelante»,
Darío trabaja de 6 a 12, de lunes a sábado. Recorre 20 cuadras a diario, barriendo los cordones de la vereda.
Lleva más de cuatro años recorriendo las mismas calles del barrio y algunas vecinas ya lo conocen por su nombre.
«Cuando me recibí, mis compañeros de trabajo festejaron conmigo. Creo que lo sintieron como una victoria suya también», contó Darío y agregó: “Nos piensan como personas sin instrucción, algunos nos tratan con algo de desprecio también, por eso creo que mi historia los llena de orgullo».
Es más, la historia de Darío inspiró a otros recolectores a querer estudiar. Se acercan, le preguntan dónde pueden estudiar o cómo pueden hacer para anotarse en una carrera. «No es raro. Este es un trabajo bien pago, pero muy duro», afirmó y preguntó: «¿Conoces a algún chico que de grande quiera ser barrendero?».
Por lo pronto, el año próximo Darío ya no podrá seguir trabajando. Lo espera el cursado de la práctica final obligatoria, unos 8 meses de experiencias en distintos centros de atención.
Después, dice, le gustaría especializarse en cardiología o en emergencias. Se imagina trabajando en algún hospital, «creo en la salud pública y apuesto a ese lugar», señala. También se imagina ejerciendo en el área de salud del sindicato «es un lugar al que le tengo cariño y que me ayudó mucho para que pueda estudiar».
«Todavía no caigo que ya haya completado el cursado. Cuando me anoté pensaba recibirme en 2018. No salió así, me llevó más tiempo. Pero es un buen fin de año. Yo me recibí, los chicos de la selección salieron campeones. Es un golazo terminar el 2022 así», dijo y sonrió.