A 40 años del retorno de la democracia, Argentina atraviesa una situación de extrema delicadeza en materia institucional, social y económica, fruto del fracaso de los modelos de gobiernos que tuvimos en nuestra historia reciente y la escasa capacidad de las principales fuerzas políticas de construir un clima de convivencia democrática.
La denominada “grieta”, vigente con mayor fuerza a lo largo de toda la última década, fue negocio para unos pocos de la política y sumergió al pueblo argentino en índices de pobreza inaceptables, niveles de endeudamiento inéditos, la inflación más alta de los últimos 30 años, el crecimiento del narcotráfico y el contrabando, y un clima de intolerancia que ha hecho imposible cualquier punto de encuentro frente a una crisis que pone en cuestión los fundamentos básicos del sistema democrático.
Está claro que el sentido del voto del pasado 22 de octubre expresó la necesidad de realizar cambios profundos en la administración del país. La sociedad argentina le dijo basta a la inflación y la inseguridad, al deterioro de la educación y la salud, a la falta de transparencia en el manejo de lo público, a la discrecionalidad en la distribución de los recursos y el abandono de las autoridades nacionales hacia las provincias.
Pero también estamos convencidos/as de que ninguno de esos flagelos podrán ser superados por quienes proponen la intolerancia, al punto de denominar «excremento» a quien piensa distinto, niegan el rol del Estado en la educación y la salud, en el desarrollo de la ciencia, en el acompañamiento de la producción y el trabajo; quienes niegan el desafío urgente del cambio climático, la violencia machista y los derechos de las disidencias y colectivos vulnerados. A quienes detrás de la palabra libertad expresan un modelo de sociedad profundamente autoritario y excluyente. Y mucho menos quienes incluyen en la propia fórmula presidencial a quien valida la última dictadura cívico-militar y relativiza el terrorismo de Estado.
En este clima de decepción y escepticismo concurrimos nuevamente a las urnas para elegir al próximo Presidente de la Nación, entre los candidatos más votados el pasado 22 de octubre. El 19 de noviembre Sergio Massa o Javier Milei serán electos para conducir los destinos del país por los próximos 4 años. Nuestro Partido Socialista no acompañó hasta aquí a ninguna de esas propuestas. Pero ante la gravedad de este momento creemos que la prescindencia no es una alternativa aceptable.
Para las y los socialistas los principios y valores democráticos deben anteponerse ante todo. Y es por ello que creemos que es momento de invitar a cada argentina y argentino a que, aún con profundas diferencias con el gobierno actual, asumamos la responsabilidad de evitar un profundo retroceso para nuestra democracia y las posibilidades de nuestro pueblo.
Es por ello que, manteniendo en alto nuestra agenda y nuestras críticas por la falta de federalismo, por la discriminación de los ciudadanos y ciudadanas del interior de nuestro país, por la desatención y el deterioro del sistema productivo y de las economías regionales; y frente al riesgo mayor que supone para la democracia la posibilidad de que Javier Milei llegue al gobierno, el Partido Socialista expresa su rechazo al proyecto de La Libertad Avanza y, dadas las condiciones de la contienda electoral, apoya la candidatura de Sergio Massa.