(Artículo escrito por mi padre, Juan Carlos Patricio Vimo -fallecido en 2014 a los 90 años-, publicado en el diario “La Capital” de Rosario, Argentina, el domingo 26 de agosto de 1984, en su sección “ARTE-CIENCIA-LETRAS”.)
El ballet, como arte actuado, no era totalmente conocido en Cuba cuando la mujer que se convertiría en su símbolo estableció allí su propia compañía. Las niñas de las clases adineradas tomaban lecciones como una manera de obtener un gracioso andar y el sentido del ballet como arte, incluyendo dedicación profesional, estaba totalmente ausente. Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez Hoyo se casó a los dieciséis años con Fernando Alonso y fue conocida para siempre como Alicia Alonso, nombre con el que se convertiría en una de las más grande bailarinas de todos los tiempos. Hoy, gracias a ella, el ballet, lejos de estar asociado al desenvolvimiento de una clase de élite, ha adquirido un papel dominante en la vida cultural de los cubanos.
La formidable estatura artística adquirida por Alicia como bailarina fue la que encauzó el apoyo para su ballet. Había entrado a formar parte de una familia de notable apego a las bellas artes. La madre de Fernando y Alberto había fundado hacía más de cuarenta años la sociedad Pro-Arte Musical que entre sus actividades incluía la enseñanza de la danza. De ella egresaron los dos hermanos y Alicia, y un día, muy jóvenes aún, viajaron a Estados Unidos en busca de experiencia. La experiencia y la fama no tardaron en llegar pero muy pronto comenzaron los problemas visuales de Alicia que a raíz de un desprendimiento de retina había quedado casi ciega. Esto parecía un problema insuperable ya que apenas podía divisar la escena como si hubiera estado ubicada a gran distancia y necesitó confiar en el apoyo de sus compañeros y de Fernando que debían actuar como sus ojos. Esta dificultad desarrolló hasta términos prodigiosos toda su capacidad y su talento para mejorar su talento y fue el factor preponderante que la llevó a no cejar en su empeño de convertirse en una estrella de primera magnitud en el mundo de la danza.
Alicia y Fernando se graduaron primero como solistas y luego como primeros bailarines del Ballet Theatre, antecesor del célebre American Ballet, y la joven bailarina cubana fue allí grandemente influenciada por su tocaya la inglesa Alicia Markova, quizá la más grande y autorizada intérprete de “Giselle”. Por otra parte, Alberto, el restante componente de la familia, actuó durante mucho tiempo en los Ballets del Coronel de Basil, que había recogido a la mayoría de las estrellas sobrevivientes de la disuelta compañía de Diaghilev. Alberto era conocido como “Kooba” y él y Fernando se convirtieron más tarde en grandes maestros, especialmente el primero que brilló como creador y coreógrafo de grandes virtudes.
Los Alonso no olvidaron nunca a su terruño a pesar de haber vivido durante décadas en el extranjero. A lo largo de sus triunfos americanos, siempre tuvieron en vista el ideal de constituir un ballet nacional cubano que se basar en la estable Fundación de Madama Alonso de La Habana. Se costeaban sus propios gastos para viajar desde Nueva York a La Habana, toda vez que disponían de tiempo libre, con la intención de actuar y producir en su propia patria. Así fue como fueron nucleando bailarines y hasta buscaron buenos maestros, como George Gontcharov y Mary Skeaping, para entrenarlos poniendo enorme voluntad para que las cosas empezaran a andar. Alrededor de 1948, justo en los comienzos de la companía, habían obtenido algún apoyo gubernamental para la formación del Ballet de Cuba, pero la situación era muy precaria para ellos. Y lo fue aún más cuatro años más tarde cuando Batista asumió el poder para instalar su corrupto e ineficiente régimen. Fue cuando debieron afrontar las dificultades más agudas, especialmente en el reclutamiento de personal, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de un país en el que no se miraba a la danza como una actividad cultural esencial. En esa misma época, y durante algún tiempo, suspendieron sus actuaciones en protesta contra presiones políticas.
La situación cambió en 1959. Una noche, después de lo que los cubanos describen como el triunfo de la Revolución, un capitán rebelde casado con una de las bailarinas, apareció en la casa de los Alonso llevando consigo a Fidel Castro. Se dice que después de haber hablado de política hasta la madrugada el jefe cubano recordó, cuando se retiraba, que había olvidado que estaba allí para hablar de otra cosa: el dinero que necesitarían para que el Ballet pudiera funcionar a pleno. Ante la respuesta, les prometió total apoyo. Pero no se limitó a los aspectos financieros sino que se ocupó de establecer al ballet como una de las prioridades culturales de la nación y dio su atención personal a la empresa de reclutar bailarines. Jorge Esquivel, la gran luminaria de la danza cubana actual, cuenta que Castro llegó un día al orfanato de La Habana, conocido como Casa de la Beneficencia, para seleccionar allí sesenta muchachos de los más aptos. Esquivel fue uno de los que aceptaron salir del hospicio atraídos por la perspectiva de una vida diferente, de mejor alojamiento, de adecuada educación y, sobre todo, de mejores comidas… El resultado fue extraordinario.
Mirando a la distancia lo que la escuela cubana de Alicia y Fernando Alonso hizo a partir de entonces aún sigue funcionando auqnue de distinta manera. Empezaron por afirmarse en la premisa de que el talento no puede ser desperdiciado en un país con una población que alcanza escasamente a los diez millones de habitantes. Por eso se observa tempranamente a los muchachos y chicas con apenas ocho o nueve años y se realiza una selección que abarca a toda la nación. En esto se basa esa especie de fórmula mágica en que radica la excelencia del ballet cubano de los días actuales. Es una estructuración en la que la continuidad le ha permitido a Alicia Alonso disponer de tiempo considerable a través de casi tres décadas para una plena identificación con su grupo y ver reflejado en sus trabajos ese esfuerzo magistral.
En esa escuela no se han hecho esfuerzos para cubrir el perfil el perfil multirracial cubano que es una mezcla de sangres africanas y españolas. Por el contrario, su gloria reside en su pluralismo y a nadie puede sorprender que en una representación de “Giselle” la reina de las “willis” sea de raza negra… Asimismo los coreógrafos cubanos se inspiran en la sociedad cubana para la producción de sus temas. “Tarde en la siesta” de Alberto Méndez, que se vio en la reciente gira de la compañía, es un fiel retrato de la sociedad colonial que lo inspiró utilizando, además, música popular del conocido Lecuona.
El entrenamiento que proporcionan los Alonso a sus alumnos incluye una mezcla de enseñanzas italianas y rusas, así como esa rica experiencia anterior de más de veinte años actuados en los escenarios norteamericanos. Durante los años que siguieron a la ruptura de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba en 1961, y el consiguiente aislamiento a que fue sometida la isla, lo que parecía que podría convertirse en una tragedia artística, por el contrario, puede haber contribuido a la individualización actual del ballet cubano.
Los cubanos tuvieron que mirarse introspectivamente y volcarse hacia su público nativo, y en ese empeño desarrollaron un fuerte sentido de su propia identidad. Su público respondió en una forma directa y abierta. Por ello, algunos críticos, como el inglés Arnold Haskell y otros norteamericanos que hacían largos viajes vía Madrid durante los años del bloqueo, dijeron que la comunicación que se establece entre público y artistas era una de las más francas que habían podido experimentar en cualquier teatro del mundo.
Tuve oportunidad de estar en Estados Unidos cuando la segunda visita del ballet cubano, en 1979, luego que los dos países resolvieron reanudar sus vínculos culturales y pude observar una cierta cautela en el público neoyorquino en cuanto a lo que podían esperar de la compañía. Se consideraba imposible que una pequeña isla del Caribe pudiera producir un ballet de clase mundial. Esa prudencia en los comentarios se convirtió en entusiasmo indescriptible, cosa que también se registró recientemente en Argentina con motivo de esta primera visita de los cubanos.
Aun ante la evidencia parecería improbable que los orfanatos de La Habana y las granjas del campo cubano hayan dado nacimiento a una de las mayores compañías de ballet del mundo. El esfuerzo sin claudicaciones de Alicia Alonso ha producido a través de años de esforzado trabajo un cuerpo estable de indudable jerarquía y un repertorio extensísimo que ni ella misma hubiera soñado con producir.
Juan Carlos Patricio Vimo
San Genaro, Santa Fe, Argentina, 26 de agosto de 1984