Vivimos una Argentina que transitó horrores internos como las proscripciones, las dictaduras, desapariciones, vejaciones y hasta una guerra donde 11 mil chicos pusieron el cuerpo y el alma ante una potencia mundial. En el mismo país se lucha, se educa gratuitamente, se establecen lazos de solidaridad y se defiende la soberanía.
El mismo país peleó por su propia democracia, no permitió que se instale el horror ni que quede impune. Los pasos de las Abuelas, las Madres y los organismos de Derechos Humanos nos marcaron el camino. Pero en ese mismo país siempre hubo personajes que como hoy enfrentan hermanos con hermanos. Los mismos que atentan contra los derechos y las garantías, venden todo al peor postor y ajustan contra el pueblo para llevarse sus regalías al exterior. Nos vacían, nos quitan el aire, la tierra, los derechos ganados, las jubilaciones y hasta el plato de comida de los niños.
Hoy, tenemos la oportunidad de construir una alternativa al despojo y la tristeza. Que no nos roben la esperanza de la democracia real.